Reflexiones Disciplinares (2a parte)

Juan Manuel Rois
5 min readDec 2, 2021

35 años después de su puesta en práctica, creo que es hora de repensar los fundamentos del Plan Académico de nuestra carrera de Arquitectura, empezando por repensar el modelo de Arquitecto que queremos formar desde la Universidad Pública. El modelo de arquitecto prefigurado por el Plan es el de un técnico profesional, proveedor de servicios al mercado inmobiliario y la industria de la construcción. En ese sentido, esquivamos nuestra obligación de formar intelectuales críticos y comprometidos con su realidad y disciplina. Debemos transformar la educación arquitectónica para ampliar las ambiciones técnicas, sociales y estéticas de la disciplina, para esto hay que cuestionar los marcos de referencia y los hábitos establecidos a favor de nuevas formas de investigación y práctica profesional más relevantes y comprometidas.

Es innegable que un Plan escrito hace 35 años no puede dar cuenta de las profundas transformaciones tecnológicas y sociales que en las últimas décadas han propuesto grandes desafíos, tanto a la práctica como a la enseñanza de la arquitectura, en especial el impacto de las tecnología digitales (de representación, producción y construcción). Hay un sentido de nueva urgencia: los problemas ambientales y la desigualdad se espacializan en la ciudad contemporánea de una manera en la que los arquitectos estamos singularmente capacitados para mapear y entender. La ciudad contemporánea debería ser el objeto de estudio de nuestra disciplina, y sin embargo, estamos cada vez más lejos de los Estudios Urbanos. Es imposible dar cuenta de los procesos que moldean nuestras ciudades sin tomar en cuenta la economía, las políticas públicas, la sociología; pero mientras cada una de estas disciplinas ve su propio fragmento, la arquitectura puede ofrecer un panorama sintético de estas transformaciones, visualizándolas para darle sentido espacial. Revitalizar nuestra forma de entender lo urbano implica la necesidad de actualizar nuestra forma de enseñar urbanismo y sus prácticas de análisis e intervención.

Al cambiar la escala de la mirada, de lo arquitectónico a lo urbano, es necesario cambiar la estrategia analítica y propositiva, el proyecto tiene que dar cuenta de las complejidades de lo regulatorio, de lo político y de lo económico. Los problemas de nuestras ciudades se juegan en las suburbanización dispersa de las expansiones periféricas, es ahí donde se desarrollan hoy los procesos de urbanización. Para actuar en estos nuevos territorios es necesaria una mirada sintética, orientada más a los procesos que a los objetos, que opere con horizontes de implementación de largo plazo, en prácticas colaborativas entre la arquitectura, el urbanismo, el paisaje y la ecología. El paisajismo es una disciplina en sí misma, sus conexiones con los temas ecológicos y ambientales la colocan en el punto de confluencia y síntesis de los varios conocimientos necesarios para trabajar en la gran escala: arquitectura, infraestructura, urbanismo, hidrología, ingeniería civil. En el Plan Académico vigente, la hegemonía de lo arquitectónico devuelve proyectos con nula articulación con su contexto social y geográfico; la desconexión de la definición arquitectónica con la estrategia urbanística y la sensibilidad paisajística es patente.

Si los Proyectos Finales de Carrera son la demostración de nuestra aspiración como Facultad, tendríamos que preguntarnos si el fin de la educación arquitectónica de la Universidad Pública Argentina es la de crear a los nuevos ideólogos de la explotación de renta inmobiliaria. Cuando el PFC trata el problema de la vivienda, privilegia la vivienda para la clase media-alta y la imaginación de los alumnos se pone al servicio de la maximización del retorno de la inversión inmobiliaria. No conformes con crear a los nuevos empleados de empresas de arquitectura y construcción, formamos a sus nuevos ideólogos, a los que extenderán aún más la lógica del mercado. Con proyectos apenas por encima del común de la oferta de mercado, demostramos nuestra conformidad con lo propuesto por los actores del sector. Por otro lado, los intentos de acercamiento del PFC al problema de la institución pública se da en base a escapismos que liberan articulaciones formales que monumentaliza programas en artefactos fuera de escala y compromiso, quitándonos la oportunidad de enseñar la implicancia de la arquitectura en la transformación del contexto.

El miedo al titulo habilitante, sumado a una acotada y des-ideologizada versión de profesionalismo, nos devuelve una educación conformista, con nulo sentido crítico y con menos poder propositivo para cambiar las condiciones de pensamiento y producción de la arquitectura en el medio local. La ausencia de propuestas de vivienda colectiva o social, la ausencia de exploraciones tipológicas experimentales, de preguntas sobre el futuro sustentable de nuestra región, es problemática. Si nuestra obligación como centro de altos estudios de la Universidad Pública es formar al intelectual comprometido con su realidad, aquel que sea capaz de transformarla; hoy no lo estamos logrando.

Una pedagogía contemporánea debería ubicar, en los procesos de diseño, el encuentro entre conocimientos supra-disciplinares (economía, sociología, ecología) y sub-disciplinares (planificación, representación, tipología). La metodología de investigación debe explorar la realidad urbana para encontrar problemas disciplinares y establecer los programas a trabajar, especialmente aquellos que la sociedad todavía no ha articulado claramente. Esta especulación actualiza la agenda de la arquitectura y el urbanismo y anticipa los desafíos por venir. El proyecto debe guiar investigaciones concretas, con los materiales y herramientas propios de lo arquitectónico: el relevamiento y la representación de la realidad, el estudio de casos y las abstracciones que lo representan: tejidos, tipologías, trazados, geometrías.

Tenemos que recrear un entorno de optimismo para la arquitectura, porque nunca ha habido una necesidad tan grande de arquitectura. Necesitamos conocimientos disciplinares y prácticos que nos devuelvan autoridad; hay grandes problemas que demandan soluciones y capacidad teórica y técnica. La investigación operativa y el conocimiento proyectual surge del compromiso directo con el entorno construido, de la atención a sus procesos culturales determinantes.

El Taller de Proyecto Arquitectónico debería entenderse como un verdadero laboratorio de experimentación proyectual. Imaginamos propuestas metodológico-pedagógicas que propongan la alteración de lo cotidiano, de lo naturalizado, para imaginar entornos con los que nos podamos relacionar de otra manera. Ficción como prefiguración intermedia, colocando en este presente desangelado, fragmentos de imaginación urbana de la ciudad futura.

Podríamos pensar a la práctica de la imaginación arquitectónica como mascarón de proa para la construcción de otras formas de vida; de otras ciudades que construyan un sujeto colectivo más comprometido. Para esto proponemos pedagogías de diseño arquitectónico que permitan imaginar estrategias para dar forma a la ciudad de nuestros sueños.

Juan Manuel Rois, 2021

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