Reconstruyendo a Amancio Williams

Juan Manuel Rois
4 min readApr 19, 2022

041 Revista de Arquitectura y Urbanismo (4): 66–69, Rosario
Colegio de Arquitectos de la Provincia de Santa Fe Distrito 2, 2000

Amancio Williams, Una nueva Bóveda Cáscara, 1951 Fuente Archivo Amancio Williams

Genealogía de las Bóvedas
Amancio Williams imagina las bóvedas cáscara a partir de un proyecto de techo de mínimo espesor de 1939, proyecto de facultad realizado a los 26 años. Buscaba configurar el hormigón en forma única para llevarlo a tensiones puras de compresión, una bóveda de planta cuadrada y columna central hueca que trabajara por forma para lograr el menor espesor posible: lámina. Cómo síntesis extrema de la idea corbusierana de terraza plana con desagüe hacia el interior, Amancio materializa el recorrido del agua y resuelve al mismo tiempo cubierta y sustentación. En 1951 desarrolla la idea en forma exhaustiva para los hospitales en Corrientes, bóvedas de 13 metros de lado que por repetición cubren grandes superficies permitiendo desarrollos libres bajo cubierta. La lógica del sistema genera autonomía funcional, las propondrá luego para supermercados, escuelas, casas, museos y santuarios. En 1962, con dos de ellas, proyectará el Monumento a Alberto Williams, su padre. Concebido para ser construido en un parque de césped horizontal en la ciudad de Buenos Aires, las bóvedas colocadas en tensión diagonal sobre un piso de mármol tienden a tocarse por una punta. La medida que las separa se reconstruye en el piso como cavidad cuadrada, en el medio una flor emergiendo desde un fino tubo metálico. Una segunda cavidad menor contiene 2cm de agua, bajo su superficie una placa de acero inoxidable con la inscripción recordatoria y un llamado a renovar la flor. Las bóvedas reaparecerán en 1966 con otras dimensiones (9 metros de lado) en el Pabellón de Bunge y Born en la Exposición Rural. Emplazadas en un acotado terreno triangular, bajo ellas un pabellón formado por dos semicilindros dará lugar al espacio de exhibición. A pesar de todos los esfuerzos por impedirlo, fueron demolidas luego de cerrada la exposición.

Nueva obra de Amancio
En un trabajo arqueológico se logra esta reconstrucción. Sosteniendo un diálogo mediado por el proyectar, Claudio Vekstein descubre un nuevo proyecto entre dos proyectos de Amancio. Lo descubre cuando realiza ajustes dimensionales (medidas de Pabellón en planta de Monumento), cuando calcula la estructura debido a nuevas solicitaciones (mayor sección en columna, nuevo basamento), cuando reemplaza variables materiales (piso de mármol en Monumento por césped natural), cuando modifica recorridos y puntos de vista (caminos extendidos en planta de Monumento por suelo y bancos de hormigón), cuando imagina estrategias constructivas (las bóvedas no son superficies de revolución, ni paraboloides hiperbólicos, no hay generatriz, se controla constructivamente la forma con directrices), y finalmente cuando proyecta una nueva escenografía lumínica que reinterpreta el sistema ideado para la iluminación del Monumento. Utiliza el material, lo reinterpreta y transforma para diluirse, para dejar lugar al Amancio en los dibujos, para que proyecte por él. Respondiendo al movimiento realizado por Amancio en sus collages fotográficos, este nuevo proyecto se relaciona con el horizonte ansiado para encontrar resonancias inauditas.

Visita iniciática
Marca inaugural en el paisaje, esta obra fija un punto. Se planta frente a la dimensión del horizonte y responde con la creación de un paisaje abstracto. Las bóvedas son dos, al llegar por la calle arbolada las vemos volar en danza en el espacio. En su llegada al suelo, la obra une cielo, río y pampa: horizonte y costa. Al acercarnos se mueven, se superponen, giran. Definen bajo su influjo un territorio de serenidad, una atmósfera de reflexión. Bajo las bóvedas, nos vemos frente al paisaje, en el paisaje. Con un perceptible efecto acústico, las bóvedas acercan el ruido del oleaje hacia el estanque y de esta manera lo resignifican: el estanque es río y cielo a la vez, materializa el horizonte y al asomarnos nos sitúa en él. Nuestra mirada repite el recorrido, esta vez en vertical, entre dimensiones sublimes. Aquí Amancio Williams atrapa la inmensidad del paisaje y en un punto concentra la potencia de su obra: al momento de asomarnos nos ubicamos entre las dos puntas en tensión, en el centro de la diagonal, y al hacerlo nos reconocemos. En el espacio entre la mano del hombre y la del Dios en Miguel Angel reside la tensión de la obra de arte, tensión de reconciliación, de unión imposible.

Amancio Williams (1913–1989)
Partiendo de un enjuiciamiento crítico de la realidad y una valoración positiva de la técnica, se embarcará en una gigantesca empresa donde la arquitectura será vista como un medio capaz de corregir las contradicciones de la sociedad, una fuerza progresista que instaurará un orden armónico en el mundo. Desde su taller del barrio de Belgrano, con un riguroso compromiso ético llevará adelante una meditación para ir al origen de las cosas, para inventar y recrear la arquitectura en cada obra. Fundará sus propuestas en nuestra sociedad, la argentina; pero será en la tríada pampa-río-horizonte donde encontrará el “locus” ideal para sus creaciones; un paisaje metafísico que traducirá en sus obras con una expresión esencial, propia y verdadera. Desde ese lugar, su indagación se convierte en universal.

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