Plan Procrear: Inventario
Casa propia y producción arquitectónica intensa (entrevista por Constanza Chiozza) Revista SUMMA+ (154): 102–103, Argentina, Diciembre, 2016
El plan Pro.Cre.Ar. posibilitó la construcción de un gran número de nuevas casas en todo el territorio argentino. En una entrevista con Juan Manuel Rois, conversamos sobre lo que el plan significó en el ejercicio profesional de la disciplina arquitectónica. El Programa del Crédito Argentino del Bicentenario para la Vivienda Única Familiar (Pro.Cre.Ar.) se lanzó en junio de 2012, en el marco de un impulso del anterior gobierno para reactivar el desarrollo de la industria de la construcción y el mercado interno y atender el déficit de vivienda. Apuntando a familias de clase media, el plan permitió que, dependiendo del ingreso económico, se pudieran adquirir créditos a baja tasa para la construcción de la vivienda propia. Ya concluido el primer ciclo del crédito, y de cara a una nueva etapa con importantes modificaciones en su implementación, Juan Manuel Rois reflexiona sobre ambas operaciones desde su rol como miembro fundador de Arquitctxs Sindicadxs.
Constanza Chiozza: ¿Qué es la Movida Independiente de Arquitectxs y Urbanistas?
Juan Manuel Rois: Somos un grupo auto organizado que empezó siendo un grupo abierto de Facebook, Arquitectxs Sindicadxs, donde nos hacemos y nos contestamos preguntas sobre la práctica profesional independiente, que en ese momento estaba casi centrada en el Pro.Cre.Ar. Y nos empezamos a reunir cada quince días en asambleas. Y en esas conversaciones surgió la idea de hacer un congreso, paralelo a lo que en ese momento se estaba organizando en Rosario, que era la BIAU (Bienal Internacional de Arquitectura y Urbanismo). Entonces pensamos la MIAU, Movida Independiente de Arquitectos y Urbanistas, como respuesta a la BIAU. Nos parecía que estaba pasando algo en la disciplina arquitectónica con los Pro.Cre.Ar. que no estaba siendo visto por los estamentos de la profesión o académicos. Pensamos una muestra, hicimos un llamado en las redes sociales con formato de panel en PDF. Y nos sorprendió que llegaron paneles de todo el país. Organizamos una fiesta para obtener fondos para imprimir los paneles. Organizamos los tres conversatorios e inauguramos la muestra del Pro.Cre.Ar., que quedó resumida en el catálogo digital.
CCH: ¿Qué dinámicas arquitectónicas y urbanas generó el plan Pro.Cre.Ar.? ¿Qué implicancias urbanas pensás que tuvo y qué tipo de arquitectura promovió?
JMR: Primero, hay que hablar de estrategias arquitectónicas o proyectuales. Nosotros veníamos hablando de una categoría que llamamos “presupuesto cero”, sobre cómo se practica la arquitectura en nuestro medio profesional independiente: hacer más con menos y maximizar recursos. Empezar con un monto de dinero claro (y que tiene a su vez una temporalidad específica en relación con el avance de obra) te hace repensar estrategias proyectuales a partir de condiciones materiales y técnicas. Creo que esa fue una de las modalidades más interesantes de la operatoria. Se empezó a pensar una lógica de procedimiento y material austera pero imaginativa.
El arquitecto sabe qué puede hacer con un determinado presupuesto, pero el cliente no. Esa es la distancia entre el deseo del cliente y la realidad económica de lo disponible. Y en esa distancia aparecieron un montón de innovaciones interesantes en el sentido de lo pragmático y lo inmediato de la operación. Incluso en la velocidad que te proponía la operatoria, había que tener una estrategia de acción muy clara porque tampoco tenías mucho espacio para improvisar.
Desde el punto de vista proyectual, se produjeron innovaciones que más que técnicas fueron tectónicas. En mi estudio particular hicimos una casa con una modalidad crediticia anterior, aquellos créditos del Banco Hipotecario que fueron la base de la modalidad Pro.Cre.Ar.. Sucedió que a nuestros clientes les regalaban el techo, porque el padre tenía una empresa que hacía techos. Eso nos liberó una cantidad de plata del crédito para usarla en otro lado. Esas estrategias en el uso de los recursos las vi multiplicadas en todos los procreares que vi después.
Con respecto a lo urbano, siempre mantuvimos muchas críticas. Si había procesos de dispersión geográfica en marcha, el plan Pro.Cre.Ar arrojó más leña al fuego. Y con todo lo que eso trae aparejado, con el recalentamiento de los procesos de suburbanización, subieron los precios de la tierra. No hubo un pensamiento urbano que organizara esa multiplicidad de nueva obra. El Estado encontró una modalidad para resolver un problema, para acelerar un proceso de la economía que estaba ralentizándose, y eso funcionó perfecto. Pero se puso énfasis en la demanda, lo que hizo que la oferta fuera cada vez más cara. Y por otro lado, se dejó al individuo solo. El crédito se lo daban a una persona, que después tenía que contratar al arquitecto, y el arquitecto después tenía que contratar a los constructores, etc. Se multiplicaron problemas que ya existían.
CCH: Fue entonces mucho más eficiente en cuanto a construcción individual del hogar que en cuanto a construcción urbana…
JMR: Exacto. En la disciplina arquitectónica se produjeron innovaciones importantes, pero en términos urbanísticos acentuaron problemas, como la falta de infraestructura y de transporte público en las áreas periféricas, entre otros.
CCH: ¿Qué cuestiones hicieron posible que gran parte de las casas construidas fueran hechas por estudios jóvenes?
JMR: Justamente, esa fue una de las mayores particularidades del Pro.Cre.Ar. anterior. Fue una vía para los primeros trabajos de mucha gente recién recibida o recibida en los últimos cinco o diez años. Fue una gran apuesta, porque de muchas maneras no cerraban los números. En ese gran deseo de crecer, había un gran entusiasmo. En medio de la vorágine, los estudios tenían que recorrer zonas metropolitanas de punta a punta. Todo aquello movilizó, por parte de los clientes y de los arquitectos, un optimismo en la construcción de vivienda.
Fue una clara estrategia de redistribución. No se apuntó a la concentración, a las medianas o grandes empresas, se movilizó lo chico, tanto al estudio chico o joven como a la pequeña empresa constructora. Solidificó relaciones que generalmente demoran años en construirse, entre cuadrillas que construyen para un arquitecto y las relaciones con los gremios de la construcción, redes muy específicas, el mismo equipo pasaba de una casa a otra casa y se mantenía. Esa fue la particularidad principal, la redistribución del optimismo para construir.
También fortificó la colaboración entre arquitectos. Porque era mucho trabajo con poco rédito económico. Entonces apuntalaba la lógica colaborativa de estudios jóvenes que creaban su práctica. Había que distribuir la inteligencia proyectual, porque había que presentar planos y llenar planillas de una determinada manera. Se colaboró mucho en la construcción de un conocimiento colectivo. Ese fue el inicio de nuestro grupo, Arquitectxs Sindicadxs.
CCH: ¿Hubo variaciones y diferencias dependiendo de la zona del país en la que se construyeron las casas Pro.Cre.Ar.?
JMR: Fue muy interesante lo de las tipologías propuestas. Había dos modalidades: con terreno y sin terreno. Si tenías el terreno tenías más libertad para hacer la casa que quisieras o que tu arquitecto te propusiera, dentro de las lógicas del plan. Pero si el banco te daba los fondos para comprar tu terreno, tu elección estaba dentro de una serie de prototipos ya pensados, que en su momento habían sido pensados por zonas. Después esos prototipos no variaron, o sea que eran los mismos para todo el país.
Fue interesante ver cómo esos prototipos, que en realidad eran dibujos muy iniciales, fueron adoptados para adecuarlos a la realidad económica, porque los costos habían cambiado muchísimo. Hubo cambios constructivos, cambios de detalles, pero también cambios por lógicas climáticas. Sería un estudio interesante para hacer: qué pasó con esos prototipos en las distintas zonas del país, cuáles fueron las inteligencias locales y cómo empezaron a trabajar desde la diferenciación de lo que al principio pensaba ser algo más homogéneo.
CCH: Hay una cierta tendencia en las modificaciones que el nuevo gobierno introduce al Pro.Cre.Ar. a dejar de lado el rol del arquitecto, apuntando más a la compra de inmuebles ya construidos. Pareciera que el plan se desplaza a una cuestión más inmobiliaria.
JMR: Sí, supongo que así va a ser. Esas redes ya están establecidas. Es muy difícil para el arquitecto joven ingresar a ellas. La innovación demora mucho más, porque el mercado tiene una inercia productiva y económica bastante alta. Y creo que en aquello otro de dejarte librado a tus propios recursos, tanto al cliente como al arquitecto, había un llamado a la imaginación y a la innovación. Y el arquitecto joven respondió.
CCH: ¿Qué expectativas tenés respecto al futuro del plan?
JMR: Muy pocas. La nueva modalidad me hace replantear las críticas que le hice a la modalidad anterior. Yo fui crítico con esta idea de dejar a la intemperie tanto al que recibía el crédito como al arquitecto. Creía que era una modalidad que trabajaba desde la lógica del empresario de sí mismo que tiene que construirse y negociar en un mercado que determina lógicas evidentemente superiores al individuo. Me parecía además que no había una instancia de pensamiento sobre las lógicas de urbanización. Pero creo que, vistos los cambios, tengo que modificar mis críticas y decir que es preferible la redistribución a la concentración.
Juan Manuel Rois. 2016