Nueva Arquitectura en Rosario (2a parte)

Juan Manuel Rois
4 min readJul 8, 2021

ARQUINE Revista Internacional de Arquitectura y Diseño (56): 26–28, México, Verano 2011.

Expansiones Conceptuales
El desarrollo disciplinar de estas discusiones devino superfluo en medio de las tensiones políticas de la década del 70 y se desarrolló luego en voz mínima después del golpe de estado de 1976. Los arquitectos que logran la madurez en la década del 90 estudiaron en años turbulentos o en el silencio del régimen militar. Su formación se dará por fuera de los canales institucionales, ya sea en la práctica profesional o en viajes de formación al exterior.

La apertura democrática de 1983, reavivará a la arquitectura como disciplina cultural. En 1992, un grupo de arquitectos, entre ellos Gerardo Caballero, Rafael Iglesia y Marcelo Villafañe, funda el Grupo R con la intención de proponer nuevos discursos conceptuales a un medio adormecido en racionalidades profesionalistas. El Grupo R organizó ciclos de conferencias que generaron debates insoslayables para las nuevas generaciones, figuras invitadas como Enric Miralles y Álvaro Siza consolidaron la influencia de la arquitectura contemporánea española y portuguesa. Redescubriendo el trabajo de los maestros argentinos, en especial de Amancio Williams y Clorindo Testa, esta generación ha reposicionado también la labor de sus colegas rosarinos Pantarotto y Scrimaglio.

Esta generación es el nexo entre predecesores y discípulos: ha reanimado la historia disciplinar local y, salteando el peaje cultural de Buenos Aires, la ha conectado con la producción latinoamericana que comparte sus búsquedas conceptuales.

Gerardo Caballero moviliza desde su presencia activa, obra construida y concursos premiados. Su arquitectura trabaja con registros modestos, formaliza relaciones visuales y líneas de movimiento entre entorno urbano y objeto arquitectónico. El registro de la mirada genera direcciones, geometrías y proporciones; los movimientos generan aristas, deformaciones, volúmenes. El objeto arquitectónico resultante demuestra en su conformación los indicadores inequívocos de esta formalización.

La Plaza Santa Cruz (1989), con sus influencias Land Art, es una de las primeras obras de Caballero en Rosario luego de su formación en Estados Unidos y representa un corte abrupto con la arquitectura local del momento. Su actitud mínima, en lo material y formal, contrasta contestatariamente con los presupuestos sobre forma urbana y espacio público imperantes en aquel momento posmoderno del medio local: no hay ejes, tipologías, ni composición. El arquitecto se limita a registrar la topografía existente y ayudar al camino constituido. La arquitectura hace visible lo ya presente en el lugar.

Plaza Santa Cruz. Gerardo Caballero, 1989.

Marcelo Villafañe ha pasado por varias etapas. Si hoy sorprende con casas de geometría blanda y techos movidos al viento de la planicie pampeana de la periferia Rosarina, a principios de los 90 la Casa Seoane (1990) marca su exploración de rigor geométrico elemental y compromiso urbano explícito. Aquí, el denso entramado ortogonal del centro de manzana es sublimado en la extensión en altura de algunos muros que van más allá de lo razonable; muros libres contra el cielo, medianeras ilusorias que llaman en juego perspectívico a las reales. Con su multiplicación al absurdo de las medianeras rosarinas, esta casa propone un posicionamiento conceptual. Villafañe controla con rigor estas piezas urbanas entramadas en la realidad de centro Rosarino; su irreverencia plástica, derivación de su formación como pintor, se demuestra sólo en la esquina excavada con intenciones neoplásticas. Esta casa, con su reinterpretación de la tradicional casa lineal de patio lateral (casa chorizo) generó por si sola una nueva tipología en la ciudad: la casa contemporánea volcada a un solo lado del lote urbano.

Casa Seoane. Marcelo Villafañe, 1991.

Rafael Iglesia es sin duda el arquitecto de mayor proyección internacional de esta generación. Dueño de un pensar casi aforístico, sus obras ofrecen dilemas explícitos. Invirtiendo valores, sus máquinas simples a palanca, en equilibrio y en tensión, concentran programa, construcción y espacio más allá del límite de lo razonable. Su obra se conecta con cuestiones primordiales: el suelo, la gravedad, el peso. Estructuras simplemente apoyadas que trabajan a presión, a roce, a fricción. La obra que inicia este camino conceptual es la Clínica de Calle Mitre (1991); según sus palabras, “una piedra entre el racionalismo y sus fundamentos”. Desde este momento, nada será igual para las próximas generaciones.

“La Piedra”, Clínica de calle Mitre. Rafael Iglesia, 1991.

Tercer Momento: Las búsquedas del 00
Esta pequeña introducción de 6 obras se hace desde el ahora, desde una nueva generación que ha aprendido a hilvanar datos de una manera particular para crear una mitología propia. La generación a la que pertenezco se ha formado en la Universidad Pública democrática de la década del 90. Rosario, en ese momento, era una plataforma de ideas abiertas y gracias a una paridad cambiaria favorable, con gran presencia de publicaciones y arquitectos extranjeros. Alguno se formará en el extranjero, otros abrirán espacios de producción local. Todos participamos de esta historia con interpretaciones e hibridaciones de obras canónicas locales, entendiendo las posturas de sus autores y complejizando lecturas con influencias ganadas en nuestro propio desarrollo.

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