La Pared no explica al Mundo
2019
Resulta extraña la contradicción en la que cae Kenneth Frampton en la introducción de su libro “Estudios sobre la Cultura Tectónica”. Frampton invoca algo similar a lo reclamado por Robin Evans (una teoría de la arquitectura que provenga de la arquitectura) cuando indica (un poco tautológicamente) que “lo construido es en primer lugar una construcción”. Dicho esto se embarca en un zigzagueante camino por la historia de la filosofía para fundamentar posiciones que luego verificará en casos arquitectónicos. Resulta curioso que un estudio sobre la cultura tectónica dedique tanto espacio a explicar palabras y se olvide tanto de las cosas.
Al final de un exhaustivo (y erudito) recuento filológico por los distintos significados de la palabra tectónica, Frampton arriba (luego de pasar por su relanzamiento en el siglo XIX por la teoría estética alemana), a la definición que propone, en 1973, Edward Sekler. Lo hace tergiversando las palabras de ese autor para proyectar en él sus propias predilecciones ideológicas. Parafraseando a Sekler, introduce una lectura “moralista” ausente en la interpretación del historiador: Sekler nos habla de una “intención plástica” del arquitecto en la conformación del juego de fuerzas entre estructura y construcción y no de una “expresividad producida por la resistencia estática de la forma construida”, tal como nos dice Frampton. De manera sutil, con una palabra clave, Frampton se “apropia” de una definición paradigmática del concepto y la acerca al panorama de la Teoría Crítica. Más problemático aún es el uso del concepto “a-tectónico” del mismo autor, al que presenta como “contrario” al primero, lo que introduce una escala de valores morales inexistente en la apreciación inicial.
Luego de arribar a este “nudo” conceptual, Frampton se embarca en una de sus características recopilaciones de casos heterogéneos (tanto de términos filosóficos como de casos arquitectónicos) a los que fuerza en categorías de análisis para brindar una aparente coherencia conceptual. Saltos geográficos, temporales y/o disciplinares son ignorados en función del interés de su argumentación. Aceptando sin más las teorías que ayudan a su argumento (las de Semper, por ejemplo), Frampton pasa rápidamente a presentarnos una serie de edificios (de diversos autores, lugares y épocas) que “demostrarían” su postura: una maniquea división moralista entre la estructura verdadera y el ornamento falso; entre la tectónica como fundamento profundo de la arquitectura y lo a-tectónico como su falsa superficialidad.
En un nivel más profundo, Frampton contrapone el lugar al espacio y el tiempo a la forma, en pares dialécticos donde lo primero tiene primacía sobre lo segundo. Causa extrañeza que esta postura crítica, que proviene de una lectura materialista histórica, tenga que recurrir a la fenomenología más anti-moderna para justificarse. Todo esto termina en una contradicción conceptual irresoluble entre un conservadurismo estético y un progresismo político, que nos ubica en el punto muerto de su paradójica “innovación tradicional”. Que la tarea de nuestro tiempo sea, según el autor, combinar “la calma con la vitalidad” nos deja en un estado de perplejidad, que nos hace preguntar: y la revolución?
Puntualizo una de las estrategias retóricas de Frampton: para justificar su postura y su aceptación de la lectura etnográfica de los inicios de la arquitectura de Gottfried Semper, Frampton recurre a Pierre Bordieu y su análisis de la casa Bereber como elemento verificador. Frampton acepta sin más la demostración de Bordieu y la utiliza para su propio argumento, lo que le permite agregar dos ejemplos (que no tienen nada en común entre sí) y de esa manera todos (Semper, Bordieu y Frampton) quedan validados.
Frampton utiliza la misma metodología de Bordieu, la “teoría crítica”. Albena Yaneva, en “Mapping Controversies” produjo una incisiva argumentación en contra de estas posturas en Arquitectura:
“Bourdieu nos advierte que una explicación estrictamente técnica nos daría una comprensión inadecuada de la casa Bereber. En su lugar, intenta descifrar los signos inscritos en la estructura y sus significados y prácticas ocultas. Siguiendo este marco analítico interpretativo, Bourdieu rechaza los aspectos puramente técnicos de la casa y se dedica a la búsqueda de oposiciones homólogas. Existe una notable negativa a considerar que los aspectos técnicos y materiales compartan un mundo con los simbólicos. Al explorar los significados ocultos de la arquitectura y revelar las fuerzas detrás de la arquitectura, el enfoque crítico de Bourdieu asume la existencia de un “contexto social mítico-simbólico” en el que tienen lugar las actividades arquitectónicas. Lo “social” es un dominio separado de la realidad que explica la arquitectura. En este juego de homología y oposición, la brecha entre la arquitectura (contenido) y el mundo fuera de la arquitectura (contexto) se mantiene y se amplía. ¿Cómo se puede obtener una explicación simplemente insertando a la arquitectura dentro de marcos más grandes? Describir los contenidos de la casa con referencia al contexto social, mítico y simbólico no nos ayuda a entender su arquitectura; solo mueve la flecha de un lado de la mesa al otro; de lo interno a lo externo; de microcósmico a macrocósmico; y de una entidad a la otra.” (Yaneva 2012, 25–29)
Yaneva entiende que la estructura retórica de este tipo de trabajo crítico busca una explicación para la arquitectura en base a la causación. Es decir que si tuviéramos una tabla con dos lados, dónde A es la Sociedad (necesidades sociales; factores económicos, sociales, políticos o culturales; formas de organización económica, distribución de recursos) y dónde B es la Arquitectura (formas, estilos, escala, apariencia); el lado B comprende un inventario de los elementos a explicar y el lado A consiste en un repertorio de elementos que pueden proporcionar la explicación de B. Yaneva nos indica que el peligro de explicar la arquitectura usando las ciencias sociales es que se las use para agregar adornos filosóficos a las hazañas técnicas.
Lo que Yaneva encuentra especialmente problemático es el papel implícito que se le asigna a las ciencias sociales en las argumentaciones “críticas”: se espera que proporcionen las soluciones. Estas posiciones críticas asumen que lo social es explicativo y ocupa la posición de una causa. Por el contrario, la arquitectura sería el significado a ser explicado, quedando así reducida al papel de efecto. Sin embargo, (y como bien lo demuestra la colección de citas y autores con los que Kenneth Frampton compone su capítulo) las explicaciones de los “críticos” consisten en catálogos (de aparente coherencia conceptual) de una desproporcionada cantidad de elementos heterogéneos, históricos y contingentes.
Además, como ya lo ha señalado Bruno Latour, las ciencias sociales son parte de las actividades que queremos estudiar; son parte del problema, no de la solución. Yaneva quiere decirnos que los elementos de la lista A requieren igualmente de una explicación; no se pueden incluir en la historia como explicaciones fijas. Si luego de producidas las “explicaciones”, todavía es necesario explicar los factores y las influencias sociales, entonces la “sociedad” no alcanza para explicar a la arquitectura.
Como nos dice Yaneva: “Si lo que queda por explicar es “todo”, la explicación no puede ser una meta realista ni deseable.”
Juan Manuel Rois, 2019
Referencias:
Frampton, Keneth (1999) “Reflexión sobre el campo de aplicación de la tectónica” en Estudios sobre la Cultura Tectónica
Yaneva, Albena (2012) Mapping Controversies in Architecture Surrey: Ashgate Publishing
Evans, Robin (1995) The Projective Cast Cambridge: MIT Press