La Cuadratura del Círculo
Revista Bio Revista de Arquitectura y Construcción (358): 10, Rosario, Mayo-Junio, 2015

Cuando vi el vallado de obra encarcelando a la Plaza San Martín, temí lo peor. Para que “arreglar” lo que está bien? Sólo puede haber una razón: la van a municipalizar, pensé. Todas mis pesadillas se hicieron realidad. Lentamente, durante meses, fui viendo como paulatinamente burocratizaban uno de los mejores espacios públicos de la ciudad. A la fantasía Copacabanesca de sus pisos le aplicaron la ordenanza 7815/05 que reglamenta las veredas obligatorias del Distrito Centro (Casco Histórico, perdón): Baldosas Graníticas de 30cm x 30cm de 16 panes color gris claro. No puede decir que no cumplan sus propios reglamentos.
Recién ayer pude caminar por esas veredas que venía mirando construir desde hace unos meses. (Se tomaron todo su tiempo para poner las baldosas, acaso para justificar los 17 millones?). De alguna manera a las grandiosas veredas de la plaza las hicieron más angostas. No, esa no es la palabra: las hicieron mas finitas. Es una cuestión de proporciones. Antes todo estaba bien, ahora está todo mal. Antes navegabas en un mar de olas blancas y negras. Podías jugar a caminar siguiendo alguna de sus onduladas indicaciones. Y lo lindo era que se conseguían curvas con cuadraditos de vainillitas de 15x15, es decir, con un pixel bien grandote. Era una curva a 72dpi y quedaba bien! Incluso cuando faltaba alguna era divertido, las podías señalar. Cuando venía la EPE y ponía la negra donde iba la blanca, por ejemplo. Ahora no hay ningún atractivo, está todo planchado, ordenado. No se bien como explicarlo, es ese cuadriculado perfecto de baldosas graníticas que se agranda en los “canteros” para arboles, que se resuelven de la peor manera, como ausencia cuadriculada de vereda. Las nuevas veredas son claramente exteriores, no son parte de la plaza como antes, cuando el blanco y negro ondulante lo inundaba todo y se desparramaba desde el centro hacia los bordes. No, ahora las veredas son claramente el perímetro de la plaza, un borde separado ya de su centro. Pero en la vereda misma hay problemas! Gracias a la formalización latente de la ausencia de vereda, la vereda es ahora mucho más finita que antes. Me explico. La gran vereda con canteros redondos, ovalados, se ha perdido. Se ha perdido la continuidad, la grandeza de su espacio público, tan sencillamente conseguido antes por la simple resolución de hacer agujeros para los arboles. Los agujeros caen siempre en medio de algo. Y ese algo era además un continuo que cubría toda la plaza. Los agujeros de los arboles se asemejaban al agujero central donde está San Martín. Y se parecían al círculo central de la plaza. Círculos y agujeros redondos se llevan bien. Ahora en vez de un agujero, para cada árbol hay una ausencia perimetral ortogonal, y eso lo cambia todo. Ahora tenemos una veredita con unos rectangulitos adosados. Encima, hay una cinta negra diferenciando el centro finito (por donde hay que caminar) de los rectangulitos adosados (en donde se hace qué?). Horrible.
Recién hoy sacaron el cerco y pude cruzar las diagonales. Llegué al centro de la plaza. Todo es peor de lo que imaginé. No entendieron nada. Antes era una delicia pasear por ese centro. Cubrir una superficie plana de forma circular con componentes de forma cuadrada es un problema antiguo en la arquitectura; es digamos, un problema disciplinar. Esos problemas que nos gustan sólo a nosotros y a los que les ponemos nombres complicados: teselar, en este caso. Bueno, acá no teselaron. Acá definitivamente ortogonalizaron. Todas las baldosas tienen la misma dirección: ortogonal a algo que no se sabe bien donde está. Hasta los bancos están ortogonales. Antes, te sentabas en los bancos y siempre mirabas al centro, toda la plaza te orientaba al centro: a San Martín. Las olas blancas y negras te llevaban ahí. San Martín estaba en el medio de un huracán de baldosas! O mejor aún, irradiaba olas, las hacía inundar los bordes de la plaza y salpicar mas allá. Las olas cruzaban la vereda de la fuerza que traían. Además del hermoso dibujo superficial que proponía ese centro activado, la resolución geométrica del problema era impecable: cada tanto, algunas baldosas de 15x15 se cortaban en diagonal, para ir produciendo zonas de baldosas en ilusión de círculos concéntricos. El viejo truco de los gajos de mandarina. Y además: en la unión de los gajos, había que hacer coincidir los colores de las olas. Eso sí que no es moco de pavo. Hay que hacer un dibujo, hay que hacer cálculos, es decir, hay que proyectar, hay que trabajar. Ahora todo da lástima. Venís por la diagonal burocrática de las vereditas de entrada y llegás a unos lugares todos cuadrados, donde las baldosas no saben bien a dónde ir, si a la izquierda o a la derecha. Hay incluso algunas salientes medio raras, en las que no se animaron siquiera a definir un borde. Desde el piso, caminando, ya no se sabe que forma tiene la cosa. San Martín ahora mira para cualquier lado. Antes, si cruzabas en diagonal era un placer enorme sentir como el dibujo mismo iba curvando tu caminar. Esquivabas perfectamente a San Martín y encarabas la otra diagonal con el cuerpo bien encaminado. Ahora tenés miedo de chocarte el cantero central. Que además, parece cuadrado!
Esta gente hizo magia: cuadraron el circulo.
Es incompetencia elevada a nivel arte.
Juan Manuel Rois, 2015