Heidegger en Frampton

Juan Manuel Rois
5 min readJan 28, 2022

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2019

El artículo “On Reading Heidegger” publicado en 1974 demuestra a un joven y militante Kenneth Frampton, exponiendo con prosa densa e inspirada los temas que trabajará una y otra vez, con renovada obsesión, en su fructífera carrera académica.

Tal vez por eso (su juventud?, su militancia?) nunca haya quedado tan expuesto su paradójico conservadurismo crítico, su idealizado materialismo. Su llamado de atención hacia la pérdida del valor de uso (profundo, histórico) y su reemplazo por el valor de cambio (superficial, contingente) en todo lo concerniente a nuestra cotidianidad queda claramente expuesto gracias a la utilización de la diferenciación Heideggeriana entre espacio y lugar. (Extraña recuperación de Heidegger por parte de un intelectual crítico. Influencia tal vez de Christian Norberg-Schulzy y su “Existence, Space and Architecture” de 1971)

Escrito a mediados de la década del setenta, el artículo se posiciona en la conversación de la intelectualidad norteamericana que va desde El Fin de la Ideología (1960) y el Inicio de la Sociedad Post-Industrial (1973) a Las Contradicciones Culturales del Capitalismo (1976) -si pudiéramos caracterizar la época con los títulos de tres libros de Daniel Bell, autor que desde la sociología definirá la discusión del momento.

Para hablar de la disyuntiva donde sentía encontrarse, Frampton nos dice que “si decidiéramos, a través de un desajuste interno o un extendido sentido de la responsabilidad, evitar el arte autónomo o la promesa liberadora del intelecto poético, entonces, con demasiada frecuencia, nos encontraríamos confundiendo, en nombre del populismo, el objeto del encanto elitista con elaboradas racionalizaciones del entorno, tal y como lo encontramos.” (Frampton 1974) Atrapado en el laberinto entre el elitismo de la estética abstracta de la modernidad tardía y el realismo pop(ular) de la incipiente reacción posmoderna, ambos considerados profundamente conservadores, ¿qué puede hacer el intelectual de formación marxista frente a lo que llama la “apoteosis del capitalismo liberal tardío” (lo que hoy llamaríamos neoliberalismo)? Se concentra en nuestra incapacidad para habitar “lugares” y nos propone su producción consciente como ética resistente.

En un uso muy temprano del concepto, Frampton nos ubica en los ubicuos “no-lugares” (muchos antes que Marc Augé hiciera mundialmente conocido el concepto en su libro de 1992 “Non-Lieux, Introduction à une anthropologie de la surmodernité”). Frampton critica a sus lectores (la sociedad norteamericana de entonces, en la que, como reciente emigrado inglés, suponemos no se incluye) por encontrarlos felicitándose regularmente por su “patológica capacidad para la abstracción”, por su esclavitud a los procesos transaccionales de mercantilización. Ese es el tono de rechazo que propone el texto.

Frampton, perdido en la Norteamérica de los años setenta, advierte a los norteamericanos que al aceptar el Stripmall, han eliminado, de una vez y para siempre, la posibilidad de poder estar alguna vez en algún lugar.

Canalizando poéticamente conceptos de “La Sociedad del Espectáculo” (Guy Debord, 1967), Frampton ve, en clave Philip K. Dick, como “intercambiamos alegremente nuestro tenue control sobre la esfera pública por la distracción electrónica del futuro privado. El sonambulismo, masivamente ingenierizado de la televisión, nos complace con la proliferación del kitsch de carretera, con el fabricado espejismo de ‘algún lugar’ hecho de fachadas de cartelera de parafernalia teatral, la fantasía de una cláusula de escape de nuestro paisaje de alienación.” Una referencia sarcástica, en clave distópica del (en aquel entonces) recientemente publicado “Learning from Las Vegas” de Robert Venturi, Denise Scott Brown y Steven Izenour (1972). Nos dice Frampton (en una frase de hermosa construcción Heideggeriana en su inglés original) que todo este echarse a perder sólo puede encontrar su fin último en nosotros mismos.

Es aquí dónde Frampton delinea su proyecto académico: salir del acoso universal del “no-lugar” a través un profundo conocimiento de la historia y de un riguroso análisis socio-político del presente, visto ya como continuidad y cumplimiento del pasado. Lo impulsa un imperativo ético: “No tenemos más remedio que reformular la dialéctica constituyente del mundo, para determinar, de la manera más acertada, los vínculos necesarios entre el lugar y la producción, entre el qué y el cómo.” Frampton hará teoría de la arquitectura desde el materialismo histórico.

Escrito con las consecuencias de la primer Crisis del Petróleo (1973) en pleno desarrollo, no sorprende el tono ambientalista de su preocupación: la pérdida del lugar es la pérdida de la relación con la naturaleza del hombre, que dominado por el capitalismo desenfrenado se encamina a su destrucción. Aquí también hay tonos de épica Heideggeriana, resignada y admonitoria; pero sorprende el uso de un concepto que desplaza la discusión a otros contextos intelectuales: la idea del “límite del crecimiento”, noción contemporánea a la escritura del artículo, proveniente del informe del Club de Roma de 1972 (liderado por Dennis Meadows del Instituto de Tecnología de Massachusetts) que describió el “deseable estado de equilibrio global” diciendo buscar “un sistema mundial que sea sostenible sin colapso repentino e incontrolado y que sea capaz de satisfacer los requisitos materiales básicos de toda su gente.”

Frampton propone entonces la producción de lugar (impuesta por aquellos límites ambientales) como un problema de prioridades y decisiones, es decir como un problema ético-político. “La Producción del Espacio” es el titulo del influyente libro de 1974 de Henri Lefebvre, que publicado en París como “La production de l’espace”, será traducido al inglés recién en 1991. Si bien sabemos que Lefebvre no fue un autor muy leído en los ambientes intelectuales norteamericanos de aquel entonces, Frampton era inglés, de formación marxista y con incipientes inclinaciones fenomenológicas: no podía ignorar la producción intelectual de uno de los más grandes pensadores marxistas heterodoxos de su tiempo, embarcado él mismo en una deriva fenomenológica. La coincidencia excede el juego de palabras sobre los conceptos Heideggerianos de espacio y lugar: todo el libro de Lefebvre es un llamado a liberarnos de la mercantilización del espacio a la que nos somete el capitalismo avanzado.

Adaptando el reclamo Marxiano de convertir la filosofía en una herramienta para trasformar el mundo, Frampton escribirá teoría para transformar la arquitectura. La oposición dialéctica Heideggeriana entre lugar –cualitativo, estático y concreto- y producción -cuantitativo, dinámico y abstracto- lo acompañará el resto de su carrera en sus intentos por prescribir una “práctica resistente”: su Regionalismo Crítico (1983), su Llamado al Orden (1990), sus Estudios de la Cultura Tectónica (1995). Con este armazón conceptual, Frampton se abocará a re-escribir la Historia, esta vez Crítica, de la Arquitectura Moderna; publicada por primera vez en 1983, con cuatro re-ediciones, constantemente revisadas.

Al final de este intenso artículo de 1974 encontramos el nudo del paradójico conservadurismo crítico de Frampton. En su visión (todavía ingenua?) de la Arquitectura, mantiene la esperanza de la agencia del diseño (de elite) como herramienta de resistencia crítica. Para él, la experiencia estética de calidad será un medio para la transformación del sujeto. Según Frampton, la creación de una arquitectura diferenciada generará lugares y nos liberará de la homogeneización a la que nos condena la forma construida de la producción capitalista.

Error de diagnóstico comprensible, realizado en plena crisis de la industrialización Fordista. Pero las cosas no resultaron como él las imaginó.

Frampton, Kenneth (1974) “On Reading Heidegger” en Oppositions, 4 (Octubre de 1974)

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