Generaciones Rosarinas (2a parte)
Ponencia presentada en ACSA West Central Fall Conference “Flip Your Field” 21 al 23 de Octubre de 2010, Universidad de Illinois en Chicago, Escuela de Arquitectura, Chicago Panel “Influencia” Trabajo: “Generaciones Rosarinas”
Revista PLOT Arquitectura (04): 222–225, Argentina, Junio, 2011

Compactando a Le Corbusier
Los edificios de Augusto Pantarotto, anclados en el lenguaje plástico brutalista de Le Corbusier, van mas allá de los paradigmas racionalistas de sus referentes para seguir sus propias intuiciones fenomenológicas. La “promenade architecturelle” es aquí proporcionalmente compactada para ubicarla en la presión de la retícula rosarina.
La sede del sindicato de Luz y Fuerza, construido en 1966, demuestra la inteligencia de Pantarotto como explorador urbano: con precisión geométrica y sensibilidad de lugar aprovecha las posibilidades de la volumetría del contexto. Los edificios de Pantarotto son objetos unitarios que marcan su posición al tiempo que inauguran posibilidades de imaginación urbana. Sus edificios son macizos, arriban al suelo con peso. Ahí, en las plantas bajas, secuencias espaciales excavan la masa para proponer urbanismos interiores como extensiones natural del paisaje urbano. Llenas de aire, las coreografías espaciales internas replican las miles de colisiones volumétricas que percibimos cada día inmersos en el paisaje ciudadano. Luz de cada hora activa estos interiores. Es como si el paisaje urbano Rosarino hubiera sido interiorizado, conceptualmente invertido, como un guante dado vuelta.

Comprimiendo a Wright
El trabajo de Frank Lloyd Wright resuena en la arquitectura de Jorge Scrimaglio. Su obra representa un esfuerzo consistente en transformar escalas, módulos y materiales para adaptar la mitología Wrightiana de vistas horizontales y diagonales abiertas a realidades urbana y compactas.
Traduciendo la modularidad Usoniana de estructura liviana de madera a estructuras pesadas de ladrillo portante, la Casa Lavalle, diseñada en 1968, nos sorprende por su radicalidad. Este extraño objeto es más cercano a cosas sin nombre que a la arquitectura codificada, demanda nuestro nuestro esfuerzo interpretativo: un artefacto lógico que nos incita a revelar sus razones tectónicas. Para Scrimaglio, una pared es un sistema lógico, y los ladrillos son unidades aritméticas, el ladrillo no tiene cualidades intrínsecas, solo situacionales. La unidad no es el ladrillo, sino su comportamiento en el sistema: su posición.
En la Casa Lavalle, una primer operación divide el pequeño terreno en dos volúmenes: uno para la casa, uno para el patio. La casa es una sólida pila de ladrillos donde los espacios han sido excavados. Las escaleras exteriores articulan volúmenes y terrazas para conformar un macizo circuito que invita a la exploración. La integración entre interior y exterior borra límites entre planta y corte. Las distinciones adentro o afuera son desplazadas: entendemos nuestra posición en el espacio estando entre, sobre o bajo ladrillos. La articulación volumétrica de la casa está comprimida al máximo, los volúmenes quieren escaparse de un contenedor que los aprieta demasiado. Formalizando las fricciones caóticas del centro de manzana rosarino, esta casa es un mecanismo de precisión que multiplica las posibilidades espaciales de un pequeño lote entre medianeras.

Normalizando a Aalto
El trabajo de Aníbal Moliné representa una clara apropiación de la arquitectura de Alvar Aalto. Si los volúmenes libres y expresionistas del maestro nórdico resuenan con ecos de sus paisajes boscosos, en Moliné el módulo regula ortogonalmente la geometría para encontrar las realidades urbanas de su contexto.
El caso de la escuela Aricana, construida en 1968, propone una interesante transposición tipológica: el patio mediterráneo transformado por Aalto en halles interiores es aquí transformado en terrazas que traen articulaciones urbanas de centro de manzana hacia el ingreso a nivel de calle. Los volúmenes espaciales de auditorio y biblioteca, comprimidos entre medianeras, emergen para crear el aterrazamiento que irrumpe en el lobby central. Aquí, las terrazas se transforman en balcones interiores, con la losa de hormigón reforzando la tensión horizontal en espiral ascendente. Hay fluidez espacial entre las terrazas del patio, el espacio vertical del lobby y los espacios altamente comprimidos de las circulaciones horizontales: son espacios excavados al interior de la manzana.
Aricana es una innovación tipológica que propone imaginar espacios públicos en nuestros inaccesibles centros de manzana: propone caminar por terrazas, cruzar por sobre medianeras. La arquitectura formaliza aquí el paisaje cotidiano rosarino: las complejas articulaciones creadas por las caóticas colisiones volumétricas en nuestras manzanas de lotes profundos.
Retícula y módulo
Las estrategias apropiativas de la generación del 60, ejemplificadas en la obra de Moliné, Scrimaglio y Pantarotto, son momentos fundacionales de la Escuela Rosarina. Sin intenciones de ser críticos ni regionales, estos arquitectos, guiados por su inteligencia arquitectónica, desarrollaron una práctica transpositiva que usó la retícula urbana como diagrama y el módulo como operación formal para movilizar el discurso disciplinar de sus referentes.
Una nueva generación rosarina eventualmente se concentrará en ellos, y los elegirá como influencia. Pero esa ya será otra historia…