Generaciones Rosarinas (1a Parte)

Juan Manuel Rois
4 min readAug 12, 2021

Ponencia presentada en ACSA West Central Fall Conference “Flip Your Field” 21 al 23 de Octubre de 2010, Universidad de Illinois en Chicago, Escuela de Arquitectura, Chicago Panel “Influencia” Trabajo: “Generaciones Rosarinas”

Revista PLOT Arquitectura (04): 222–225, Argentina, Junio, 2011

Rosario, Zona Central. Fotografía Walter Salcedo (Fragmento)

La historia de la Arquitectura Latinoamericana se define en la tensión entre tendencias globales y tradiciones locales. Nuestra modernidad, incompleta o marginal, continúa siendo un laboratorio de innovación por hibridación.

Las sociedades latinoamericanas han sido siempre culturas de apropiación; el material cultural se forma en concurrencia entre impulsos locales y globales. Las imperfecciones de los procesos económicos y políticos de modernización han imposibilitado ejercitar una modernidad cultural completa y han generado una producción arquitectónica condicionada y adaptada. En este impulso general de asimilación podemos distinguir formas de apropiación definidas por ciertas especificidades locales: son procesos localizados que generan material cultural diferenciado, archipiélagos locales en el mar global.

Para entender las estrategias adaptativas utilizadas por los arquitectos latinoamericanos es crucial discernir entre valores negativos de alienación y valores positivos de apropiación. En este corto ensayo, propongo un momento particular de la historia de la arquitectura de Rosario, como caso de estudio para estas transposiciones formales.

Edificio Copacabana, 1961, Rosario. Fotografía: Gustavo Frittegotto

Tectónicas Apropiadas
La identidad contemporánea de la arquitectura Rosarina es el resultado de un intercambio intergeneracional de ideas. Una escuela no es un desarrollo de intensidad uniforme; algunos momentos crean condiciones para la innovación y otros para la repetición. La innovación surge en ambientes dónde las ideas se conectan, en escenas sociales dónde grupos apasionados reorganizan las configuraciones del momento. El interés crítico está en ver cómo las soluciones del pasado son resueltas con nuevas intenciones hasta convertirse en patrones de pensamiento arquitectónico.

Las escuelas se crean gracias al intercambio entre invenciones individuales, la renovación de las tipologías tradicionales y las transformaciones en las normas tecnológicas. Una escuela es una búsqueda colectiva por aquel elusivo momento en que forma, función, estructura y significado se fusionan con sentido de convicción, o por lo menos de inevitabilidad.

La década del 60 fue un momento fundacional para la Escuela Rosarina. La recientemente formada Facultad de Arquitectura había reemplazado elcurrículum académico Beaux-Arts con talleres verticales anclados en las experimentaciones formales y materiales del “Modelo Ulm” de la Nueva Bauhaus. Los jóvenes graduados experimentaban sus primeras arquitecturas construidas con el deseo de imponer nuevas imaginaciones estéticas a un medio disciplinar que reaccionaba con inercias culturales y tecnológicas.

Considerando los procesos incompletos y fragmentarios de modernización, esta era una tarea épica: a Latinoamérica la estética llegó antes que la técnica. Para esta generación, la arquitectura moderna era un agente modernizador, el programa simbólico implícito era representar la promesa de la modernidad. Forzados por las resistencias del status-quo, la invención era imperativa para desarrollar el programa auto-impuesto de expansión del legado moderno en las realidades tecnológicas y culturales del medio local.

Estos jóvenes arquitectos compensaron su falta de experiencia técnica con innovaciones formales que transformaron los protocolos de construcción existentes. Las paredes revocadas, opacas y blancas, ya no eran la única definición plástica de la modernidad; esta generación se abrió a las nuevas texturas, colores y reflejos metálicos ofrecidos por la incipiente paleta de materiales industrializados de la región. Con cuidadosas apropiaciones de su reverenciada arquitectura norteamericana, esta generación transformó las imposibles tramas metálicas en estructuras de hormigón armado; ganando espesor, cambiando ritmos y dimensiones en el proceso. El ladrillo artesanal fue forzado en disposiciones más cercanas a la estandarización y prefabricación. La arquitectura moderna no era ya solo un proyecto plástico, sino uno tectónico.

Edificio Copacabana, 1961, Rosario. Fotografía: Gustavo Frittegotto

Estrategias Adaptativas
La grilla urbana rosarina (con sus caóticas colisiones volumétricas al centro de manzana creadas por lotes de 8,66) fue el diagrama que condicionó las nociones abstractas de articulación formal y espacial de las nuevas arquitecturas. La grilla localizó la producción en un régimen urbano particular, determinó escalas y proporciones. El módulo fue la herramienta geométrica para negociar entre los deseos formales y las realidades tectónicas; posicionó las proposiciones de los modelos canónicos Europeos y Norteamericanos en la fricción de los lotes urbanos.

Encontrado en la negociación entre programa y sitio, el módulo fue el sistema tridimensional moldeado a repetición y variación que posibilitó secuencias rítmicas específicas. Materializado, se convirtió en estructura; los materiales seguían sus posibilidades de expresión y definían las cualidades espaciales de la arquitectura.

Los arquitectos investigaron la influencia de los ejemplos canónicos en la construcción de su propias obsesiones utilizando lógicas de transposición: tomaron datos específicos y los separaron de sus fuentes para focalizarse sólo en aquellos que llamaron a memorias personales y despertaron deseos propios. Aquellos arquitectos del 60 descubrieron y estudiaron las obras de posguerra de los maestros modernos gracias a publicaciones extranjeras que arribaban esporádicamente a Rosario. Cuando lo hacían, traían pequeñas reproducciones en blanco y negro de los edificios paradigmáticos, era mucho lo que se dejaba abierto a la interpretación e imaginación. Un desafío que activó un particular eclecticismo que generó posiciones irreductibles: seguir a uno u otro maestro era definir una ideología desde la cual reinterpretar el canon moderno.

(continúa)

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