En Tren a Chicago
[en línea]. Michigan Papers. 17 de Septiembre de 2016
Escuchando Paris 1919 de John Cale, cruzamos la pradera americana en AmTrak en el Wolverine 351, el tren entre Detroit y Chicago que pasa por Ann Arbor. El tren sigue siendo más o menos el mismo de siempre, el café sigue siendo malo, pero el viaje es lindo y hoy tenemos un tren lleno. Nos levantamos temprano, antes del amanecer, para caminar las tres cuadras a la estación. La estación de hoy es un pequeño recinto barato que reemplaza a la enorme y suntuosa estación de piedra anterior, ahora un club o restorán malo, apenas dos cuadras más allá. El tren llega puntual, nos acomodamos y al salir empieza a aclarar. La bruma sostenida a ras del Huron River agrega algo raro a la atmósfera del parque. El paisaje entre Ann Arbor y Jackson, próxima parada, es de bosques, reservorios de aguas, el río que serpentea una y otra vez de lado a lado de la vía, colinas, árboles, y más bosques. Llegando a Jackson el paisaje cambia, se alejan los arboles, no está más el río y ahora estamos en el campo de Michigan, el que le dio Kellog’s al mundo. Campos de maíz, de pastura, redondean ahora las colinas, la topografía son suaves ondulaciones, el sol empieza a iluminar los graneros rojos. En esta primer hora del día, el sol a ras del pasto tiñe todo de dorado. Algunos árboles se preparan para cambiar de color. Este viaje, dentro de unas semanas, en el arranque del otoño, será espectacular. En invierno se atravieza todo este paisaje, ahora tan verde, en un monótono blanco (mucho, mucho banco) y negro.
Próxima parada: Albion. Pueblo universitario, más chico que Ann Arbor. Me intrigan estos pueblos que cruzo sin conocer. Lindas casas, lindos árboles, centros históricos. La calle de al lado de la vía se llama Michigan Ave. Se me ocurre un viaje: tomar Michigan Avenue desde Detroit hasta Chicago, seguir la vieja ruta. En Albion, las dos líneas coinciden. Lo lindo del tren es eso: cruzás territorios del pasado; cuando no había autopistas, cuando las rutas se metían en los pueblos. Las rutas aceptaban el paisaje, ahora las autopistas son pura eficiencia de velocidad que rompe todo. Battle Creek. Cuartel central de Kellogg’s. Edificios industriales, planchadas de camiones y vías de tren, puentes de autopista. Nuevamente, a la hermosa vieja estación la usan para otra cosa: la pasamos, paramos en otro lado. El estadio cubierto se llama Kellogg’s Arena. Varios edificios viejos en el centro, de esos que tienen cuerpos y techos a cuatro aguas de los años veinte. Kellogg’s está aquí hace bastante, el emporio del Corn Flake! Enormes banderas norteamericanas en medio de gigantes parking lots. De aquí saldrá meas de un partidario de Trump. Después Kalamazoo, la metrópolis del Rural Michigan, exactamente a mitad de camino entre Detroit y Chicago, el paisaje se abre y se achata; dejamos las colinas arboladas de Michigan y entramos lentamente en la gran planicie del mid-west, la pradera.
Ya cruzamos todo el estado de Michigan y en la punta norte de Indiana empezamos a bordear el lago Michigan. Luego de algunos bosques tupidos entramos en la zona de las dunas, uno de los parques nacionales de Estados Unidos, un paraíso ecológico de humedales con ecosistemas delicados en equilibrio inestable entre lo seco y lo húmedo, que además de estar protegido, tiene unas playas hermosas. En medio de este santuario ambiental: los verdaderos monstruos prehistóricos de la región, las grandes instalaciones de la industria pesada, los remanentes del borde oeste de lo que fue, alguna vez, el centro de la producción industrial de este país: el Rust Belt. Ya empiezo a ver las centrales nucleares, la llama de las refinerías, los hornos de las metalurgias, las enormes montañas de polvos extraños de todos colores; territorios apocalípticos de la era industrial, fósiles vivientes de otros tiempos económicos. El tren pasa literalmente entre caños, tubos, tanques, llamas, rampas, mas caños, ciudades enteras de caños y tubos cruzando, algunos oxidados y rotos, otros nuevos y relucientes. No quiero saber que líquidos infernales llenan estas tuberías, solo se que es un paisaje fascinante y árido. Antes US Steel Gary Works ahora Acerlor Mittal (India). De acá salía (en tren y en barco) el metal para los autos que se hacían en Detroit. Ahora los japoneses venden los autos y los hindúes compran las metalurgias. Y aunque no lo parezca, ya estamos en Chicago. Llegando a Lake Calumet, uno de los territorios más contaminados del mundo, todavía rodeado de todo este óxido, cierro la computadora y espero el momento en el que la vía se acerque a la costa del lago y se pueda ver el perfil del Loop, todavía en la lejanía.
Juan Manuel Rois. 2016