Detroit 2016
[en línea]. Michigan Papers. 15 de Septiembre de 2016
Detroit hoy es un archipiélago de territorios organizados. Separados todavía por mucho espacio vacío y degradado, pero con límites precisos y en expansión que indican que la resistencia ya no es más defensiva, ya ha alcanzado el mínimo de agregación que permite augurar un cambio en la marea de desinversión y abandono.
Hace diez años equivoqué mis observaciones sobre la vuelta del “mercado”. Pensé que volvería de la mano de especuladores inmobiliarios guiados por lógicas suburbanas; con una nueva colección de enclaves “verdes” reemplazando a la urbanidad dura y seca. No pude prever la marea de apreciación por lo urbano: la ciudad está de moda en Estados Unidos.
Primero Friends, luego Seinfeld, después el empuje de la diversidad y los Gay-Friendly Zones, junto a Starbucks abriendo paso a la gentrificación y finalmente los Hipsters (tribu urbana) son momentos culturales que fueron (cada uno a su manera) cambiando la percepción de lo que era y podía ser vivir en la ciudad. Las revueltas raciales quedan cada vez mas atrás en el tiempo, perdidas en la memoria de los abuelos de los hipsters de hoy (aquellos que originalmente escaparon de la ciudad). Los suburbios finalmente cayeron en desgracia (en la sociología hace mucho, en el grueso de la población hace menos), especialmente porque la segunda generación que se crió ahí quiso escapar de ellos a toda costa.
Mas que una vuelta a la ciudad, este es un nuevo escape, esta vez de los suburbios. La ciudad abandonada se reconquista pedazo a pedazo, en cada cuidad de Estados Unidos. Hoy se quiere volver a la cuidad, a cualquier ciudad, aunque sea a cualquier fragmento de ciudad. Cualquier cosa es mejor que los suburbios. Porque en los suburbios no hay nada más que malls, y en los malls hay sólo café malo, y de lo que se trata hoy es de tomar buen café, de comer buena comida, de ver buenos shows y sobre todo, de estar en la calle. La calle ha vuelto. Caminar está de moda. Andar en bicicleta está de moda. Los mercados de verduras orgánicas los jueves a la mañana están de moda. Y obviamente, el mercado se dio cuenta. Y que ofrece el mercado ahora? Ofrece urbanidad. La llama Walkable Urbanity y la vende más cara. Incluso inventaron un Walk Score, porque a todo te lo ponen en listas que cuantifican puntos y enseguida arman el top ten de cualquier cosa. No hay desarrollador que no hable hoy del Walk Score, un puntaje que cuantifica cuantas cosas podés hacer caminando desde la unidad de vivienda ofrecida.
Lo interesante es que todo esto está pasando ahora mismo en Detroit y que nadie ha terminado de ganar la apuesta por la reconquista de lo urbano. En Detroit está la comunidad afro-americana que se quedó en las ruinas de la ciudad y se auto-organizó para defenderse. También están son los nietos de los que se escaparon al suburbio que vuelven primero a estudiar y luego a vivir en esa Ciudad de la que tan mal le hablaron durante toda su vida. Están también los que nunca se fueron, los inmigrantes mejicanos, los inmigrantes de medio oriente. Y ahora están los inversores, los emprendedores, los start-ups, los pequeños artesanos de cualquier cosa tratando de reconstruir la mitología de la ciudad en donde se hacían cosas, los chefs que llegan de Nueva York a poner su restaurante de vanguardia por mucho menos de lo que podrían hacer en NY, los tycoons que compran casi todos los edificios del downtown por monedas y monetizan exponencialmente su inversión. Este es un territorio en disputa. Su sentido se construye en el día a día febril de la reconstrucción y en múltiples laboratorios urbanos que juegan su juego: desde el ultra-neoliberal hasta el radical auto-organizado. El campo de juego está abierto, hagan sus apuestas.
En algo no me equivoqué hace diez años: finalmente se tocó fondo en la curva de desinversión y el suelo urbano volvió a ser negocio: permite comprar barato y experimentar salvajemente, para hacer más plata o para vivir más dignamente.
Lo que más interesa de esta vuelta de Detroit es la reconquista de su carácter de territorio de frontera. Esto era el Far-West, es decir, más allá no había nada. El carácter de frontera en el que inventabas algo, te juntabas con alguien y te las arreglabas como podías. El juego está abierto, entre las 80 iglesias abandonadas, los 50 edificios de escuelas en venta, las casas señoriales cayéndose a pedazos, hay momentos de urbanidad en recuperación: veredas recién arregladas, luces, parques cuidados. La reconstrucción se hace desde un sentido de pertenencia que no se veía hace diez años. Detroit antes se decía con vergüenza. Hoy se dice con orgullo. Made in Detroit es una marca de resistencia. Esta es una ciudad que se sacó de encima el estigma de un gobierno municipal corrupto y tomó los procesos de reconstrucción en sus manos. Han sido muy inteligentes en el uso de los recursos que el gobierno federal destinó a esta cuidad luego de su bancarrota: se recuperó la infraestructura urbana. Se arreglaron calles, se repararon veredas, se cortó el pasto, se cambiaron las luminarias. (Se pasó de sólo un 65% de luces funcionando a cerca de un 95%). Se avanzó en estrategias de transporte público integrado, están terminando un tranvía liviano que irá por la arteria central histórica de la ciudad.
Incluso en los intentos por salvar la ciudad desde el poder hay un cambio enorme. Antes todo lo que se hizo para “salvar” a la ciudad en realidad la sepultaba mas. Se quería salvar a la ciudad de sí misma, se quería transformar a Detroit en otra cosa. Detroit era obrera, negra e inmigrante. Y eso no podía durar. La burguesía industrial que se mudó al suburbio volvió para “invertir” en la ciudad con grandes piezas de equipamiento “público” que perseguían borrar más y más áreas urbanas. Mientras se tecnificaba la industria automotriz en bancarrota, mientras la ciudad perdía más y más puestos de trabajos asociados a la economía de fabricación de partes, se invertía en grandes autopistas que, al tiempo que hacían mas rápido el escape a la suburbia, destruían los dos centros urbanos populares más culturalmente activos de la ciudad: Black Bottom y Mexican Town. Los cortaron por la mitad. Los borraron del mapa. Y en la costa derribaron la trama urbana compuesta de comercios de mediana y pequeña escala para construir un mega-centro de convenciones, tan grande como interiorizado, separado en paredones de varios niveles de las veredas, cada vez más abandonadas, cada vez más residuales. Y después del mega centro de convenciones, John Portman trae un pedazo de su futuro apocalíptico anti-urbano y replica el Bonaventura Hotel con anabólicos, una nace espacial brillante de aluminio redonda, simétrica, fortificada que ni siquiera hizo un guiño al río que tenía al lado. Y rodeando las últimas construcciones en pie de la ciudad, la infamia: el People Mover: un tren eléctrico elevado sin conductor que te lleva de uno de esos cosos a otro sin tocar la ciudad, ya completamente abandonada, a sus pies.
Estos intentos de atacar a la ciudad surtieron efecto: la destruyeron. Una vez destruida, con el valor del suelo por el piso, el paso siguiente fue su erradicación. Consolidación de pequeños lotes urbanos en mega lotes que se llevan puesto hasta las calles. Para construir grandes estadios que harán “volver” a los suburbanitas se borran manzanas enteras y se llevan puestos casi un cuarto del Downtown. El resto del espacio urbano se dedica a estacionamientos. Y como con estadios no alcanza, más entretenimiento para los suburbanitas! Casinos! Tres! Gigantes! Comiendo cada vez más tierra. Y en el resto de los barrios: se abandonan fábricas sólidas, hermosas, dignas, históricas, urbanas (con puertas a la vereda, con negocios en la esquina, imaginás a la gente saliendo del trabajo y comprando cosas para cocinar camino a casa) y se construyen galpones en territorios enormes, rodeados con más verde suburbano, con más estacionamiento. (y además se pasa de 25.000 obreros a 3.500)
Es un milagro que todavía quede algo! Los nuevos intentos desde el estado o el mercado para “salvar” a Detroit están bien. El tranvía va por la calle y para en las esquinas. El nuevo estadio de Hockey se construye con estacionamiento subterráneo y se pega a la vereda con negocios. Lo que se está construyendo es ciudad, con intención de reconstruir el espacio urbano.
Tyree Guyton ha anunciado que el Heidelberg Project cierra este año. Esto da cuenta del cambio de clima: ya no es mas el Ruin Porn (pornografía de las ruinas) lo que mueve la estética de la resistencia: ya no más regodeo en la decadencia, en lotes vacíos que recuerdan casas que ya no están. Ahora hay que reconstruir, y reconstruir experimentando. Apenas salimos de las calles tomadas por Tyree, entramos en una zona de huertas urbanas. Una organización, Earthworks Urban Farm, toma lotes vacío y planta todo lo que pueda crecer. Y para lo que no puede crecer, invernaderos. Y con la producción, arma cocinas populares. Y bancos de comida. Y recupera los sobrantes de los supermercados y los redistribuye a los sin-techo y a las familias bajo el nivel de indigencia. Y apenas salimos de esa zona, pasamos por el barrio en el que alguien compró 300 terrenos abandonados dispersos a la municipalidad y plantó árboles. Lo presenta como una operación comercial de forestación. Quisiera volver dentro de 10 años cuando hayan crecido los árboles, plantados muy cerca uno del otro. Bloques verdes, mini-bosques geométricos en medio de la ciudad. Me emociono por que me doy cuenta que este es mi proyecto de tesis. Hace quince años propuse estos programas verdes para recuperar Garfield Park en Chicago. Y en Detroit lo están haciendo.
Y después de algunas vueltas pasamos por el Dequindre Cut, un terreno que usé en uno de mis estudios en Michigan, y lo que era un bosque tupido crecido en una línea de tren en trinchera abandonada ahora es un parque lineal muy bonito que la gente usa para ir de una punta a otra desde el rio al Eastern Market en bicicleta, y que mi amigo Christian usa todos los días para ir a trabajar. En esa aérea industrial donde había sólo abandono, veo trabajos de restauración, mezclados con nuevos desarrollos de vivienda que no desentonan y puedo imaginar el futuro urbano y denso de ese barrio a dos cuadras del parque costero.
Llegamos a Downtown y no aparece aquella ciudad abandonada de entonces. Edificios que antes tenían ventanas tapadas con fenólico ahora están ocupados. Visitamos algunos de estos hermosos edificios y caminando por las veredas vemos gente, plazas, locales comerciales. Lo que es normal en otras ciudades, pero que acá es extraordinario. Seguimos por el barrio mexicano y no paran de marcarnos cada restaurante o café a los que hay que volver.
Despierta algo esta ciudad ahora: Just buy something and start building some shit.
Juan Manuel Rois. 2016