Desigualdad, Motor del Crecimiento Urbano

Juan Manuel Rois
3 min readJul 9, 2022

[en línea]. Ejercicios Doctorales. 30 de mayo de 2019

No es de extrañar que las recetas a las que, desde hace treinta años, apela el Banco Mundial para resolver el problema de la vivienda no hagan más que acelerar el proceso de urbanización de la vivienda informal. Su ultima encarnación, la entrega de títulos de dominio a los habitantes de los barrios populares, apenas camufla una posición netamente conservadora que acepta que, dado que el crecimiento de la población urbana es un fenómeno concentrado en aquella parte del mundo llamada “en vías de desarrollo”, la mayoría de los nuevos ciudadanos del mundo serán pobres residiendo en condiciones de precariedad, en vivienda informal, en alguna de las mega-ciudades del Sur Global. Abogando por la desarticulación de toda la política pública que entienda al Estado como garante del derecho a una vivienda digna, la ortodoxia neoliberal ha producido un consenso hegemónico (paradójicamente aceptado tanto por la izquierda como por la derecha) que propone la reforma (vía Mercado), más que la erradicación (vía Estado), como “solución” a los problemas de la informalidad urbana de las grandes ciudades del sur global.

La propuesta inicial del Banco Mundial para atacar el problema de la informalidad urbana (en la década del 70’) indicaba limitar la acción de aquel Estado Benefactor a la mera provisión básica de “lotes con servicios” (agua potable y alcantarillados), para ayudar a “racionalizar y mejorar” la auto-construcción de la vivienda. Esta propuesta de retiro del Estado (para beneficiar y multiplicar los impulsos individuales) se ha reemplazado en tiempos recientes por la insistencia en la privatización total del mercado de la vivienda informal, principalmente a través de la entrega de títulos de propiedad a sus residentes. Es aquí donde el populismo neoliberal se acerca paradójicamente a reivindicaciones históricas de la izquierda más dura. Pero se ha visto, en demasiadas ocasiones, que estos derechos de propiedad, más que empoderar a los residentes, habilitan la monetización y aceleran la consolidación de un mercado (legal o ilegal) dentro de la informalidad. Se convierte la vivienda en un bien de consumo, se elevan los precios y se crean capas de mayor precariedad dentro de la precariedad y se abre la puerta a la especulación inmobiliaria, ya que similar a la matemática agregativa del micro-crédito, el flujo de recursos que produce este nuevo mercado es cuantioso, si se logra acumular en pocas manos.

La aceptación de la pobreza urbana viene acompañada de las dinámicas económicas que sacan provecho de la situación. Está comprobado que la mercantilización de la vivienda en ciudades demográficamente dinámicas, pero en estancamiento económico, produce un círculo vicioso de aumento de precios de propiedades, alquileres y tierra que alimenta la especulación y las burbujas inmobiliarias. En “Planeta de Ciudades Miseria”, Mike Davis enumera un amplio espectro de situaciones que dan cuenta de los beneficios económicos y políticos que para algunos miembros de los sectores económicos medios y altos produce el mercado de la vivienda informal para el segmento menos favorecido de la población. El extractivismo y latifundismo urbano, la mercantilización y el uso político del desarrollo de las fronteras urbanas, junto al consenso de aceptación de la informalidad acelera la expansión desordenada de las ciudades del sur global, cuya población en condiciones de informalidad en ocasiones supera a los habitantes de la ciudad “formal”. La invisibilización y la exclusión de los habitantes de la informalidad impide la integración de la ciudad; la Ciudad Desigual se convierte en una Ciudad Divida. Dividida por barreras que aquellos que disfrutan de los beneficios de la participación plena en la vida de la ciudad se ocupan de mantener. (Parker 2015)

La aceptación de la informalidad en las políticas públicas se ha visto acompañado de un proceso de despolitización de la pobreza, principalmente a través de la explosión de las Organizaciones No-Gubernamentales, que profesionalizan y burocratizan las acciones que antes eran llevadas a cabo por los movimientos sociales urbanos. Esta individualización de lo que antes era colectivo acompaña el ocultamiento de las razones estructurales de la desigualdad, alejando cada vez más las posibilidades de su resolución. Al mismo tiempo que la cantidad de la población urbana del mundo aumenta, la desigualdad impide a las mayorías el derecho a disfrutar de los beneficios culturales y sociales de la ciudad. Nos será difícil encontrar una solución a la desigualdad urbana, mientras ella siga siendo el principal motor de crecimiento de nuestras ciudades.

Davis, Mike (2007) Planeta de Ciudades Miseria Madrid: Ediciones Akal
Parker, Simon (2015) Urban Theory and the Urban Experience: Encountering the City Nueva York: Routledge

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