Conversación sobre el Diagrama (2a parte)

Juan Manuel Rois
5 min readDec 23, 2021

A&P Continuidad, Publicación Temática de Arquitectura FAPyD
Agosto, Año 3, N.4, págs 66–77

John Snow Mapa del Cólera (fragmento) Fuente: “Modos de Contagio del Cólera” 1854

Juan Manuel Rois: Cuando en la cátedra decimos diagrama, decimos dibujo, por lo tanto herramienta gráfica, que informa. Muestro siempre un diagrama del siglo XIX, un mapa de Londres donde un medico sanitarista, John Snow, en medio de la última gran epidemia de cólera, traza una raya por cada muerto, cada uno localizado en su dirección. Snow hace eso para informarse, y al hacerlo entiende que hay una mayor cantidad de muertos en el radio de una cisterna de agua y determina que la epidemia de cólera -que no se sabía de dónde venía- tenía que ver con el agua y con esa cisterna en particular, y que allí es donde habría que comenzar la prevención. Snow uso ese gráfico para informarse, y usó parámetros muy simples, su insumo informativo era la dirección de los muertos. Por eso digo que todo diagrama es paramétrico.

Pero hay algo más que libera el potencial creativo del diagrama: como el diagrama depende de una interpretación, yo puedo convertir cualquier dibujo en un diagrama si hago un “exceso” interpretativo; o puedo cambiar los parámetros interpretativos de un diagrama, o puedo transponer sus lógicas de organización a otros contextos materiales o informativos. El diagrama ofrece parámetros que permiten ser transformados; el diagrama permite variaciones, cambios, operaciones. Cuando opero sobre un diagrama hago variaciones sobre lógicas de organización formal. Eso es lo interesante del diagrama, la libertad para producir variaciones, siempre trabajando dentro de un campo establecido, algo así como familias de variaciones; hasta llegar al punto donde se consigue otro diagrama.

Diego Arraigada: Es una herramienta que permite generar forma arquitectónica. En mi proyecto de la Casa en el Balneario Buenos Aires en Uruguay, el diagrama proyectual está planteado de tal modo que si cambia el ángulo de visión generado por las obstrucciones de los vecinos, cambia el ángulo que organiza la casa, cambia el proyecto, cambia su forma física. Lo que me seduce del diagrama es que genera una arquitectura finalmente inesperada. Se pone en manos del diagrama el resultado. Me gusta que mis proyectos sean hasta cierto punto literales a los diagramas que le dan razón de ser. Me parece que lo más interesante es que permite hacer arquitectura. Es evidente que da resultados que funcionan y que por el otro lado permite innovar; es una herramienta que permite descubrir cosas. Y eso es más interesante que la cuestión representativa.

Santiago Pistone: En términos operativos, en sus obras profesionales, ¿admiten diferencias entre el diagrama y la obra construida o priorizan que sea el diagrama construido?

DA: La obra admite ambigüedades. No creo en la literalidad, puede haber muchos diagramas o sensibilidades formales, estratos de interpretación. Ciertas ambigüedades son buenas también en tanto den cuenta de la complejidad de la realidad. Lo que suele buscarse en los proyectos es una coherencia estructural interna y una coherencia en relación con el contexto. O el diagrama del contexto si queremos pensarlo de ese modo.

JMR: Encarar el problema desde la constatación de la fidelidad entre un diagrama inicial y la obra construida desdibuja la potencia de la herramienta. Hablábamos hace unos días con los alumnos que la literalidad, es decir, el tomar la forma literal del diagrama para convertirlo en una planta arquitectónica, es sólo una de las actitudes posibles con el diagrama. Sanaa hace eso en el Museo del Vidrio en Toledo, por ejemplo. Lo que era un diagrama funcional de burbujas de programa [bubble diagram] se convierte exactamente en la planta del edificio. Esto es lo que Toyo Ito llama Arquitectura Diagramática. Esa es una de las operaciones posibles y es válida. En Universidad de Illinois en Chicago (UIC) dábamos, con Penélope Dean, una materia en el Máster de Arquitectura en la que explorábamos la literalidad del diagrama como procedimiento proyectual. Lo hacíamos para acelerar el proceso de diseño (y por ende de aprendizaje) de nuestros alumnos, ingresantes al posgrado sin experiencia en arquitectura. Los alumnos hacían maquetas de manipulaciones volumétricas sin escala y nosotros llegábamos y les decíamos: -esto ahora es arquitectura. Literalizábamos lo que estaban trabajando diciéndoles que ahora eran maquetas escala 1:200 de un edificio de tantos metros por tantos metros. Esa es una de las actitudes posibles, en este caso útil por su carácter pedagógico exploratorio, pero claramente no es la única!

La posibilidad de la literalidad tiene que ver con entender el código de representación subyacente al diagrama arquitectónico, que es un dibujo que tiene consecuencias, que acarrea indicaciones materiales directas. Había algo que me molestaba de aquella “idea arquitectónica” predicada por alguno de mis docentes en la facultad. Pensaba: “¡Estoy tratando de hacer un proyecto de arquitectura! ¿Por qué no me dejan hacer el proyecto en lugar de hacerme pensar otra cosa para que después mi proyecto sea una representación de esa otra cosa?” Encontré en el diagrama una herramienta con la que podía trabajar desde lo intelectual, porque era un acto de interpretación. La herramienta inventaba el proyecto. Y finalmente, lo más importante, no era esotérico.

El diagrama es una herramienta gráfica abstracta que necesita de información, y como estamos hablando de diagramas arquitectónicos, la información que incorporás es precisa: indicaciones materiales y espaciales. Trabajás con un nivel de información que te permite ir rápido, pero la arquitectura ya está ahí. Esto es lo otro que me pasaba con los famosos “dibujos conceptuales”. Estábamos dos meses haciendo dibujos conceptuales y después todavía tenías que hacer un proyecto! Con el diagrama estás en el proyecto desde el primer momento, en la arquitectura. Esto lo verificamos en el Taller por la velocidad con la que trabajan los alumnos.

DA: A mí lo que me atrae también es que no tiene valor de verdad absoluta. No es que hay un sólo diagrama para cada problema, uno que resuelve todo mágicamente. No hay un sólo camino. El proyecto toma consistencia cuando hay un diagrama que interpreta algo y eso se transforma en arquitectura. No tiene el aura del dibujo de un “maestro”. Pone en crisis la dinámica del arquitecto que hace un dibujo y el resto del equipo lo pasa en limpio. Al diagrama pueden intervenirlo y modificarlo muchos actores, de ahí la despersonalización.

JMR: El diagrama construye al autor, liberándolo al mismo tiempo de la tiranía de la forma y del paradigma funcionalista que maneja una sola respuesta. El diagrama permite un campo de variaciones. El mismo diagrama permite múltiples interpretaciones e implementaciones sin desmerecer a ninguna, cada una tendrá su propia potencialidad arquitectónica. Un mismo diagrama, distintos autores, múltiples implementaciones, de ahí la potencia de la herramienta. Por eso a nivel pedagógico es muy interesante, porque hay un momento en el que cada grupo en el taller tiene una serie de diagramas, que en sí tienen múltiples interpretaciones: hay un infinito de posibilidades!

SP: Y se puede corregir sobre parámetros objetivos y no sobre subjetividades.

JMR: La lógica del diagrama es comunicable. Hay una inteligencia en la organización, se puede hablar de eso.

DA: La riqueza a nivel pedagógico es que marca una suerte de timón, de derrotero de proyecto. Hay un diagrama y todas las decisiones paulatinas que el proyecto va adquiriendo en su proceso de diseño refieren a ese diagrama. Para el alumno ese timón proyectual es muy bueno ya que adquiere autonomía con el desarrollo del proyecto. Y ciertas opiniones que uno puede tener como docente, el mismo proyecto las va respondiendo.

(continúa)

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