Ciudad e Imaginación

Juan Manuel Rois
4 min readJun 25, 2022

[en línea]. Papeles Regios. 20 de Febrero de 2018

Una buena Universidad debe ser una plataforma de ideas, un epicentro problematizador de la realidad, un laboratorio alquímico de autonomías. Con dos conferencias contrastantes en dos días, el TEC lo fue, al menos para mí.

El agua y el aceite. Uno, autor de un brillante best-seller mundial, otro autor de libros profundos y oscuros. Uno, un representante de la intelectualidad preferida por la academia norteamericana, es decir, un economista; el otro, un fiel representante de la tradición del pensamiento europeo, es decir, un filósofo. Uno, un pragmático lo suficientemente optimista como para presentar un panorama objetivamente critico al mismo tiempo que ofrece soluciones alcanzables al corto plazo. El otro, un feroz observador de las condiciones contemporáneas, con visiones pesimistas sobre nuestras circunstancias y un llamado a re-imaginar los fundamentos de nuestras capacidades técnicas y poéticas. Uno, desplegando un arsenal de datos, tendencias, cuadros, estadísticas, en 15 minutos de acelerada exposición, presentó el caso y las soluciones para mejorar la condición urbana contemporánea. El otro, en una hora de parlamento apasionado, sin ninguna imagen más que las creadas por sus palabras, llena de espacio para el pensamiento, abriendo cada vez más preguntas, hasta la síntesis final, que pide re-imaginar el mundo. Uno, motivacional: “el futuro son ustedes”; el otro instigador, “la idea misma de futuro depende de ustedes”. Con ambos, auditorios enredados en el acto de pensar. Al final de ambas presentaciones, preguntas puntuales, específicas, informadas, terminan de redondear las ponencias.

Edward Glaeser, economista urbano de Harvard, autor del libro El Triunfo de las Ciudades, presentó la inevitabilidad de lo metropolitano, las lógicas que potenciarán su eficacia como laboratorios de innovación y de asociación colectiva, las dinámicas que equilibrarán sus desigualdades. Regulación donde sea necesario, para cobrar por el uso de infraestructura cuando sea social económica y ecológicamente insustentable -el uso del automóvil particular en autopistas, impuestos por GPS); incentivos donde sea necesario -para aumentar las posibilidades de la economía popular y del transporte público. El contexto de su exposición, la reunión de la Junta Directiva del TEC, a los 75 años de su fundación en este campus en Monterrey (en lo que era tierra rural, hoy rodeada de una metrópolis de 5 millones de habitantes), hoy un sistema de educación superior con presencia nacional, en más de 15 ciudades en todo México. Glaeser vino invitado por el proyecto estratégico Distrito Tec, que ha pasado de ser una idea nacida en la universidad a ser un distrito especial del código urbano buscando la regeneración del sector circundante al campus. La idea que flota en el aire, un Distrito Tec para cada campus, en cada una de las ciudades, con la pregunta implícita sobre su influencia para direccionar futuros y responsabilidad ciudadana. Luego de su presentación pública, Glasser dirigió su segunda ponencia al público directivo (board of trustees) para ubicar el lugar de las universidades en el desarrollo de las ciudades. Una cita que usó: ¿quieren tener una ciudad de nivel mundial? Construyan una buena universidad y esperen 200 años. Su mensaje latente: dejen a las universidades hacer su trabajo.

Franco “Bifo” Berardi, filósofo autonomista italiano, interesado en los efectos en la subjetividad del capitalismo financiero 2.0 que nos domina, habló de la virtualización financiera y del malestar que nos genera. Enfocándose en un libro del 2012 (hace ya una eternidad, nos dijo) “La Revuelta: Poesía y Finanza” nos habló en principio de las revueltas del 2011, Ocuppy Wall Street, las plazas de los indignados españoles, la revolución de la plaza Tahrir en Cairo, en vistas de su rotundo fracaso. ¿Qué fue lo que ocuparon esos revoltosos? Espacios vacíos. Espacios que el poder ya no ocupaba. En 1917, ocupar significaba desplazar al poder, tomarlo, reemplazarlo, revolucionarlo. En el 2011 ocupar no significó más que juntarse. Pero eso, nos dice, ya fue mucho: la clave fue la poética erotización del espacio público. Más que una revolución fue una problematización de la abstracción última a la que nos somete el poder financiero, global y desterritorializado, la ocupación fue un clamor de territorialidad. Porque en esta faceta final, el capital ha desplazado a la mercancía de la producción de plusvalía, ya no la necesita. El dinero genera más dinero desde la misma dinámica financiera. Ya no hay mercancía, ni territorios que transformar o gestionar para su producción. ¿Y cómo se genera plusvalía sin mercancía ni producción? Con destrucción. Los gobiernos neoliberales que hoy nos dominan (desde una supuesta “democracia”) utilizan lo que Harvey (que no fue citado) llama acumulación por despojo. Y este proceso deja en la intemperie ea trabajador, que pierde cada vez más. Hablando de Europa, “Bifo” ubica la revanchista reacción fascista, violenta, chauvinista y machista, en el malestar que siente el trabajador que ha perdido el 50% del valor de su salario en menos de 10 años (especialmente en Italia). ¿Y qué haremos con todo esto? Tendremos que trabajar desde ese malestar. Al trabajador (al desocupado, al desplazado, al marginal) ya no se lo interpelará desde partidos políticos, desde sindicatos; se lo interpelará desde su soledad, desde su depresión, desde su angustia. Construyendo asociaciones de cuerpos en conjunto, ayudando a construir autonomías libertarias. Erotizando los espacios públicos, llenándolos de vitalidad creadora. “Bifo” nos hace un llamado final: el de re-imaginar la ligazón entre técnica e imaginación, entre el ingeniero y el poeta. Necesitamos esa asociación para, no sólo hackear el sistema -a lo Manning/Assange-, sino para re-escribirlo, para hacerlo funcionar en otra dirección, para reprogramar la máquina. Y en este posible neo-futurismo, deberemos reinventar el significado de la palabra felicidad. Si ya no podemos “progresar” (porque significaría el fin ecológico del mundo), la felicidad no será ya más, será mejor. No tendremos que vivir con más, tendremos que vivir mejor.

Juan Manuel Rois. 2018

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