Chicago: Nueva Trama urbana
Territories of Disinvestment: Towards a New Urban Fabric
En: LYSTER, Clare (Ed.) Envisioning the Bloomingdale: 5 Concepts
Chicago Architectural Club Journal Volume 11, 2010, pp. 113–114
Al haber sido capaz de evolucionar de la economía de manufacturas primarias a la producción de servicios, al reinventarse como una economía “pos-industrial”, Chicago eludió el destino de decadencia e irrelevancia económica que azota a otras ciudades del mid-west americano. El término desindustrialización se usa para describir este proceso de cambio. Luego de unos duros años 70, Chicago es ahora una ciudad estable, comandando una región metropolitana en crecimiento. Los problemas de Chicago no son los problemas de una ciudad en estancamiento, son los de una ciudad en expansión. Chicago no sufre de redundancia de infraestructura, sino de la acuciante necesidad de aumentar su infraestructura para funcionar mejor.
El proceso urbano de desindustrialización implica la des-inversión sistemática de la capacidad productiva de una ciudad. La línea ferroviaria abandonada Bloomingdale (zona de ubicación de los proyectos publicados en esta revista) es un ejemplo perfecto de este proceso. El capitalismo nunca ha pretendido permanencia, toda inversión incluye su amortización en el tiempo. Como ha explicado David Harvey, “Bajo el capitalismo, hay una lucha permanente en la que el capital construye un paisaje físico apropiado para unas condiciones particulares de un momento de producción, solo para destruirlo en un momento posterior, usualmente durante el transcurso de una crisis.”
La historia del capitalismo es la de inversiones en constante movimiento a través de sectores económicos y regiones. Para poder explicar los momentos de crecimiento o estancamiento de las regiones urbanas, tenemos que entender como opera el despliegue del capital en el tiempo. La re-locación de las inversiones se presenta generalmente como un modo eficiente de administración, y paisajes previamente productivos son dejados de lado para perseguir ganancias en otro lado. La des-inversión (el abandono de tierras e infraestructura luego que el régimen económico de producción que los hizo posibles se ha movido a lugares más eficientes) no es un signo de crisis, es signo de éxito del capital. La des-inversión inicia un proceso de declive, transformando paisajes alguna vez viables en abandonados e inviables. La ironía es que será el nivel de des-inversión lo que determinará el rebote de estas áreas en el futuro, en tanto que la devaluación severa del valor de la tierra es lo que crea las condiciones necesarias para incentivar nuevas rondas de inversión.
Dos procesos que se realimentan mutuamente han creado los inevitables sitios abandonados dentro de las regiones urbanas de Estados Unidos: la rápida urbanización horizontal y las estrategias económicas de des-inversión. En el caso de la expansión suburbana, el crecimiento hacia la suburbia tensiona y diluye la trama urbana hasta su punto de ruptura: la trama se fisura dejando múltiples áreas intersticiales. A pesar de su necesario rol en la evolución urbana, estas áreas intermedias son generalmente subvaloradas por el urbanismo. Muchos de estos paisajes en transición son áreas desinvertidas asociadas a regímenes de producción pasados, momentáneamente entre ciclos de inversión, terminados y por venir. Líneas ferroviarias desafectadas, corredores industriales abandonados, lotes vacantes, edificios en ruinas, estacionamientos a cielo abierto: estos son los paisajes cruciales para una reinvención de una trama urbana, con un mejor balance entre medio ambiente y urbanización.
Como aquel ángel de la historia de Walter Benjamin y Paul Klee, con sus alas desplegadas a la tormenta frente a la pila de escombros, mientras más progrese una ciudad, más desperdicios creará. Las ciudades están definidas por continuas transformaciones de flujos de energía, de las que los paisajes y los edificios son solo manifestaciones transitorias. El paisaje urbanizado es un sistema abierto, cuya complejidad siempre incluirá desperdicio sin planificación, es por esto que el desafío de los diseñadores no es llegar a una urbanización sin desperdicios (un imposible) sino cómo integrar estos inevitables sitios desperdiciados, por medio de estrategias y estéticas más flexibles.
Podremos encontrar una masa crítica? A qué densidad de agregación se convierten estas constelaciones de espacios intersticiales en una nueva condición estructural? Podremos encontrar una estrategia amplia que escape el lote a lote y transforme estos sitios abandonados en nuevas formas de estructura urbana?
El rol del diseñador es formular preguntas interesantes e inventar nuevos problemas. Para abrir nuevas posibilidades, un diseñador reúne cosas que antes estaban separadas. Y crea después una imagen que nos permite visualizar futuros posibles. Defiendo fuertemente el rol del arquitecto como el último generalista. Los arquitectos no tenemos que ser especialistas en remediación de suelos, no tenemos que saber sobre agricultura hidropónica (para hablar sólo de dos de los procesos mencionados en esta publicación). Mientras menos sepamos sobre estos procesos, mejor: más libres estaremos para determinar sus consecuencias espaciales y su influencia en la organización de las relaciones sociales. Los arquitectos tenemos que mantenernos ingenuos y optimistas.
Los arquitectos tenemos que recuperar una escala para la arquitectura: la gran idea urbana. Pero tenemos que hacerlo desde el centro de nuestra disciplina, solo desde aquí podremos ir a otras áreas. Si nuestro equipaje arquitectónico no puede llevarnos tan lejos, deberemos colaborar con paisajistas, diseñadores urbanos y urbanistas, o al menos, invadir con impunidad sus fronteras disciplinares. Haremos esto llevando con nosotros lo que define a nuestra disciplina: el conocimiento y las técnicas para organizar el espacio a través del despliegue material de patrones de organización. En la escala urbana, haremos esto para reinventar las áreas desinvertidas de nuestras regiones metropolitanas para abrirlas a nuevos usos públicos. Tenemos la responsabilidad de recuperar el tono épico y revolucionario que alguna vez permeó el discurso arquitectónico. Hubo un tiempo en que la arquitectura imaginaba sistemas de organización territorial y tomaba decisiones infraestructurales que influían en las conformaciones sociales.
En las áreas intersticiales desinvertidas de Chicago tenemos territorios lleno de posibilidades. Si abandonamos las nociones nostálgicas de lo que la ciudad solía ser, podremos imaginar posibilidades latentes en estos espacios no reclamados. Tendremos que mirar a través del velo de las imágenes desalentadoras de decadencia y abandono para imaginar formas alternativas de concebir el espacio público. La relación entre el medio ambiente y los procesos de urbanización es uno de los temas contemporáneos a resolver, estos territorios son laboratorios para integrar procesos naturales y desarrollo urbano creando ecologías artificiales sustentables.
Lo natural ya no es tan natural, tenemos que escapar las viejas oposiciones dialécticas entre naturaleza y ciudad. Al hacer esto, entenderemos nuestra condición metropolitana donde arquitectura, infraestructura y paisaje se interrelacionan y transforman en un nuevo híbrido en donde todo es relacional. Al evitar oposiciones entre sistemas ambientales e infraestructurales, abrimos nuevas perspectivas y tomamos una mayor responsabilidad en la transformación de la realidad.
Hay nuevas tipologías urbanas por explorar.
Juan Manuel Rois. 2010