Chicago: la Hipsterización

Juan Manuel Rois
3 min readMay 26, 2022

[en línea]. Michigan Papers. 29 de Septiembre de 2016
Disponible en: http://michiganpapers.blogspot.com/2016/09/

Algo pasó en Chicago: se ha arribado al punto crítico de saturación del proceso de hipsterización. Se siente como una estampida, como una invasión zombie acelerada.

Después de una caminata verificando la incipiente gentrificación de Humboldt Park -con algunas evidencias de arquitectura nueva y residentes recién arribados- llegamos a Milwaukee Avenue a la altura de Damen, en esa esquina tripartita que comparten con North Ave, epicentro de Wicker Park, el barrio que vio nacer a la última especie de laboratorio del capitalismo híper-consumista global: los hipsters.

Milwaukee está irreconocible de lo que era un año atrás, lo verificamos con alguien local. La avenida pasó de ser un centro comercial barrial, especializado en tiendas de muebles y carpinterías, a ser un centro de consumo vintage exclusivo. Caminar por esta avenida es volver a 1889. Carteles con tipografías antiguas, tiendas de ropa indiferentes a la modernidad con jeans cosidos como en el siglo antepasado y camperas con telas gruesas y pesadas; heladerías artesanales y por supuesto, la dos tiendas anclas de lo hipsterizado: barberías y salones de tatuajes. Los restoranes tienen que ser de un chef joven con propuesta conceptual definida o especializada (comidas sólo en base a cartílago de oreja de cerdo) o híbridos de dos culturas culinarias lo más separadas culturalmente posibles (comida típica rural finlandesa mezclada con comida callejera mejicana). Y si no se llega a eso: la búsqueda de la híper autenticidad vía lo ultra-específico: cervezas hechas en el patio del bar con agua recogida del techo y fermentada con yuyos que crecen en el cordón de la vereda.

Allá los hipsters con sus caprichos, pero lo que pasa es que su número atenta contra la civilidad del espacio urbano. Intentamos ir a desayunar a un lugar cubano por Milwaukee, un poco más arriba, ya en Logan Square. Buscando lugar para estacionar -otro imposible en zonas gentrificadas, stickers o pagar un montón de plata, no lo encontramos- nos dimos cuenta que el local de Intelligentsia Café estaba en el mismo lugar de aquel bar cubano dónde desayunábamos con Mike un café con leche con mucha azúcar y tostada con manteca derretida. Fucking hipsters, lo arruinan todo. Lo van arruinando todo de a poco y no te das cuenta, como el cuento de la rana nadando en agua caliente; cuando te das cuenta, la olla está hirviendo y ya es tarde; cuando te das cuenta, de tu barrio ya no queda nada. La librería de al lado de Intelligentsia también está tan hermosa como Intelligentsia, y Lula Café sigue siento tan lindo como antes, sólo que ahora todos estos locales están juntos, atiborrados de gente con jeans ajustados, todo reemplazando a lo que antes estaba allí. La autenticidad ficticia y chic reemplaza a la verdadera autenticidad, nunca tan prolija como la que necesita el hiper-consumo hipsterizado; que viene a ser algo así como la histerización del consumo auténtico.

Esta es la nueva urbanidad para el hombre blanco y rico, el suburbanita que vuelve a la ciudad porque el mercado ya la convirtió en ese escenario esterilizado que vio en Friends o en Sex and the City. Mientras tanto, la ciudad real queda lejos, al sur. En barrios cada vez más carenciados, cada vez más pobres, cada vez más vacíos. Ahí están los muertos. Nunca hubo antes tantos muertos en tiroteos callejeros en Chicago. Este urbanismo dictado por el mercado como único agente transformador cambia la distribución racial de la población: el porcentaje de población negra disminuye -huyen de sus barrios cada vez mas violentos y van a los suburbios o directamente a otros estados- y el porcentaje de la población blanca sube por primera vez en medio siglo. Entrando a Chicago por el sur, desde el tren pudimos ver el otro lado de la película. Territorios tan abandonados como Detroit en su peor momento.

Caminando por Milwaukee Avenue, todos disfrutan a crédito del lado lindo de la oferta diabólica, mientras al otro lado de la ciudad, alguien paga lo que otros deben.

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