Caballero + Rois: Una conversación
Gerardo Caballero + Juan Manuel Rois: A Conversation
Dimensions -Taubman College of Architecture and Urban Planning (20): 114–121, Ann Arbor: University of Michigan, 2007

JUAN MANUEL ROIS Alvaro Siza nos dice que hay una arquitectura que se impone inmediatamente. De gran o pequeña escala, relacionada con el contexto o no, no importa. Una buena foto puede capturar ese tipo de arquitectura, una segunda visita no nos dirá nada más que la primera. Siza relaciona a Fernándo Tavora, su maestro, con otro tipo de arquitectura, aquella que causa menos impresión, en menos gente. Grande o chica, se relaciona siempre con lo que la rodea, en forma evidente o no. Y elige ser modesta, cuando no encuentra ninguna razón para posar de diferente. Yo creo que tu arquitectura está en este registro.
GERARDO CABALLERO Relacionarse con las cosas es una actitud que yo encuentro civilizada, te diría de gente curiosa, que sabe que la obra trasciende sus propios límites, sean estos físicos o abstractos. Hay arquitectos o arquitecturas, o una manera de hacer, que se origina a partir de ver que tipo de relaciones puede establecer el proyecto, no sólo con su entorno físico sino con su entorno cultural, con las demandas del programa, de la tecnología disponible, los presupuestos, la topografía, etc. Atender estas demandas, que son de diferente índole, es lo que dota al proyecto de complejidad, es lo que lo hace consistente y en definitiva, poco vulnerable. Los arquitectos que mencionás son un buen ejemplo de esa manera de obrar. Creo que Siza fue quién dijo que el proyecto es como una carrera de obstáculos; pienso que es verdad, a los obstáculos hay que confrontarlos y superarlos, lo que no puede hacerse es ignorarlos, y quizás tampoco inventarlos.
JR Esta imagen del proyecto arquitectónico como una carrera de obstáculos habla de una relación muy dinámica con la práctica proyectual. Por un lado debe haber precisión y determinación, pero por el otro debe haber una gracia, una cierta elegancia en los movimientos. Los grandes atletas nos hacen creer que lo que hacen es casi natural. Las líneas de tus croquis tienen esa elegancia, sin perder la precisión. Podrías hablar un poco del espacio que ocupan los dibujos en tu proceso de diseño?
GC Los dibujos han ido adquiriendo cierta elegancia, como decís, a partir de convertirse en una actividad natural. Dibujo constantemente y eso me ha dado una facilidad para trasladar mis observaciones. Me interesan más los dibujos que hago cuando viajo que los que hago para los proyectos. Me gusta dibujar. Si estoy aburrido, por ejemplo, dibujo mucho. Me gusta ver en los dibujos de otros qué ha mirado el arquitecto, a qué le ha prestado atención y a qué no, qué cosas le parecieron importantes. No tengo un fetichismo por el dibujo. Me parece una especie de código y una manera de hacer, de pensar. También pienso los proyectos sin dibujar, dibujándolos mentalmente.
JR En tu proceso de diseño parece haber una relación fluida entre croquis y geometrales. Los croquis explican momentos visuales y las plantas funcionan estructurando esas posibilidades. Pero no hay una jerarquía, son simultáneos. El proyecto se descubre a través del acto de dibujar. Desde tu imaginación arquitectónica y gracias al dibujo, fragmentos del proyecto van asomando poco a poco y la imagen se va aclarando. La geometría de tus proyectos funciona como un registro de posibilidades visuales. La estructura conceptual de tus proyectos parecen ser los recorridos (incluso preexistentes) y las visuales desde y hacia el proyecto.
GC Una de las cosas que más me gusta de proyectar es eso, la manera de recorrer los espacios. Como se entra, como se sale, como te movés, como se distribuyen los objetos para crear distancias, etc. Cuando voy a una obra y me doy cuenta que fue hecha así, la aprecio mucho. La Facultad de Arquitectura de Siza o el Cementerio de Igualada de Miralles tienen geometrías que están hechas para captar, mirar, y cuando uno las recorre todo cobra sentido, todo encaja. Eso ha influido mucho en mi forma de hacer. No es solamente una geometría, hay que primero habitar el proyecto y luego, desde adentro, trabajarlo.

JR Volviendo a la imagen de la carrera de obstáculos, decís que a los obstáculos no se los puede ignorar, pero tampoco inventar. Esto coloca al proyecto de arquitectura como resolución de problemas, más cerca del sentido común que de la oscuridad de la sobre determinación intelectual. Tu frase sobre la diferencia entre lo realmente complejo y lo simplemente complicado resuena con fuerza. Podrías extenderte un poco sobre esta idea?
GC La práctica de la arquitectura requiere de una especulación intelectual y también de un cierto sentido común. No creo en el divorcio entre la práctica y la teoría. Los proyectos demandan atención desde lo abstracto y desde lo concreto, esto es lo que al final los dota de complejidad, que como he dicho en algún momento, es diferente a complicación. Me interesa hacer una arquitectura compleja pero no complicada. Antes hacía proyectos que eran más “lindos”, ahora me salen más “feos”. Quiero decir que los de antes eran más ideales, los de ahora son más reales. Al querer hacerlos tan lindos se dejan de lado cosas que los pueden “arruinar”. Entonces uno no confronta los problemas y los proyectos te quedan ideales. Al agregarle cosas, los proyectos se van contaminando y deformando, van adquiriendo su verdadera forma, su verdadero valor, su espesor. Entonces son proyectos consistentes, no son vulnerables, en el sentido que, desde donde los ataques, el proyecto estará atento. Desde el lado del contexto, de lo constructivo, lo tecnológico, lo perceptivo, lo programático, lo estructural y lo filosófico. Cuando el proyecto logra traspasar todo eso y sale airoso es una gran obra. Yo intento hacer los proyectos así.
JR Marcelo Villafañe repite que para definir a un arquitecto lo que importa no es la obra solitaria sino la trayectoria. Es decir, el desarrollo de ideas, la persecución de preguntas a través de múltiples obras en el transcurso del tiempo. Es casi un llamado a una ética resistente, que es por supuesto mucho más difícil si el día a día se va en tratar de mantener vivo un estudio con una obra de pequeña escala. Podés hablar un poco del día a día del estudio?
GC No encuentro diferencia entre el trabajo pequeño y el trabajo grande. Uno se adapta a las circunstancias de cada proyecto, a los programas, a los presupuestos, a los terrenos. Pero al final es siempre lo mismo. Cuando estudié arquitectura se daba en primer año una casa, en segundo año dos casas apareadas, en tercer año una escuela, en cuarto un conjunto de vivienda y así, pero la complejidad de la arquitectura no está en el tamaño! Con Pablo Rozenwasser habíamos diseñado unos ejercicios que eran así: en primer año le dábamos a los alumnos un programa; en segundo año el mismo programa y un terreno; en tercero, el programa, el terreno y un material; en cuarto lo mismo, más algunos requerimientos de medidas. La complejidad radica en traspasar estos requerimientos y trascenderlos.

JR Volviendo a la pregunta inicial, Albert Viaplana dijo alguna vez que el arquitecto debe ir al lugar a descubrir la arquitectura que ya se encuentra ahí. El arquitecto debe tener la sensibilidad justa para hacerla visible. En la misma línea, Siza dice que usa sus croquis como herramientas para descubrir sus proyectos como lo casi nada que ya estaba casi ahí. Es una imagen maravillosa! En algún sentido, tus proyectos emergen como registro o intensificación de relaciones pre-existentes y dan la impresión de ser la respuesta justa, de siempre haber estado ahí.
GC Muchas veces la arquitectura aparece como una extensión de los lugares donde se tiene que insertar. Descubrir el proyecto en el lugar para que pase a formar parte de él es una manera de entender el trabajo. Comenzar a desarrollar el proyecto sin una idea previa lleva a un resultado más imprevisible, pero esta relación con los lugares trasciende lo físico o lo material.
JR Hay una idea que vuelve cada vez que pienso en tu obra, creo que fue Josep Quetglas el que dijo: “Que no se note que un arquitecto ha pasado por aquí, que mejor elogio para un arquitecto!” Yo no relaciono esta idea con una postura anti-intelectual, por el contrario, la relaciono con una sensibilidad sofisticada que aspira a diluir la presencia de la impostura de los prejuicios de la disciplina arquitectónica, para dejar lugar a la vida, a la cotidianidad, y al hacerlo, encontrar resonancias profundas. Yo llamaría a esto un intento de encontrar una épica de lo cotidiano. Tus intervenciones de pequeña escala con presupuestos mínimos tienen esa sensibilidad, tu lectura de arquitecturas populares también. Podés hablar un poco de esto?
GC Yo miro lo que me rodea. Edward Hopper retrató América con una mirada sobre lo banal. No se si viste el film de los Eames “The uncommon beaty of common things”, es un poco lo mismo. La arquitectura no está solo en las grandes obras. Trato de aprender de todo lo que observo. Por otro lado tengo una visión cosmopolita de la arquitectura, no quiero que se me considere un regionalista.
JR Tu valoración de las arquitecturas cotidianas no se basa en una lectura intelectual de lo popular, sino en una apreciación de la honestidad de esas construcciones. Una arquitectura que no se esfuerza en imposturas y que encuentra una manera sensible de resolver los problemas. Creo que conscientemente trabajás para encontrar una manera relajada de pensar los proyectos, buscando un toque ligero que no renuncie a la precisión.
GC No me interesa la cuestión demasiado abstracta, no me interesa la obra pensada como un dibujo. Me gustan los edificios cuando pierden esa abstracción y son capaces de asumir todas las deformaciones. Me gusta la arquitectura con defectos. No reniego de lo sublime de la arquitectura, pero creo que a veces hay que pensarla como un hecho cotidiano. Trato de ver y hacer arquitectura como un hecho natural. Me gusta la arquitectura que pasa casi inadvertida.
Juan Manuel Rois, 2007.