Alabama Songs: Visita al Rural Studio (4a Parte)

Juan Manuel Rois
5 min readJul 21, 2022

[en línea] Revista Astrágalo. Cultura de la Arquitectura y la Ciudad (UAI-CAEAU) Vol. 22, Julio 2017, pp. 39–59.

Lions Park PlaySpace, Rural Studio, Greensboro Alabama (Foto: Timothy Hursley)

Greensboro
Después de Akron, volvemos a Greensboro a ver alguna de las casas 20K que nos faltaban. Vemos la tercera, la cuarta, la quinta y la sexta en sucesión rápida, todas realizadas para Hero, una agencia de desarrollo local. Nos quedan algunas horas de luz y salimos a pasear por el Lions Park. Hacemos algunas cuadras y ya estamos nuevamente en las afueras de Greensboro, en lo que quiso ser un Parque Industrial periférico. Hace unos 10 años, luego del fracaso del área industrial, un grupo de activistas locales, el Club de Leones, se acercó al Rural Studio con la idea de armar cuatro canchas de béisbol para las ligas infantiles de Greensboro (el Rural Studio había trabajado ya con las ligas infantiles de Akron). Ese trabajo se convirtió en un desarrollo paisajístico integral de un parque urbano que ya lleva unos 10 años de implementación, y que el próximo domingo tiene la inauguración del ultimo proyecto realizado.

Xavier nos cuenta la historia de 10 años de trabajo en forma cronológica y recorremos el parque entrando por la obra aún inconclusa, con indicios del trabajo reciente de los alumnos, ausentes hoy por boda de un compañero. La liga de Beisbol infantil es importante, es una de las únicas actividades que nuclea en un mismo lugar tanto a blancos como a negros. El proyecto de las canchas crea un espacio central, con un único puesto de ventas de panchos, desde donde los padres pueden ver las cuatro canchas al mismo tiempo. Un punto de encuentro multi-racial en medio del parque.

Durante un tiempo este fue el único equipamiento del parque; alentado por el éxito, el Club de Leones se entusiasma, el Rural Studio se entusiasma y de a poco van sucediendo más proyectos (cada uno de los proyectos realizados, como de costumbre, por grupos de cuatro alumnos, diseñados durante todo un ciclo lectivo y construidos en el año y medio posterior): las puertas de ingreso y el master plan de todo el recorrido interno; los nuevos baños y el rediseño de un edificio industrial como superficie deportiva cubierta; el PlayScape (mezcla de nave espacial, instrumento musical, laberinto y área de juegos); el centro base de los Boy Scouts, una de las explanadas de Skate más grandes de Estados Unidos (algo que a precio de mercado costaría millones de dólares, construida por los alumnos con una beca de sólo 25.000 después de demostrar a la fundación que dio los fondos suficiente conocimiento técnico de las superficies planas, inclinadas y curvas de hormigón, como para ser aceptados como constructores de su propio proyecto); el área de ejercicio bajos los árboles y finalmente; las pérgolas todavía sin inaugurar.

Pero el proyecto que más impresiona es el que todavía no se ve. Un grupo de alumnos se dio cuenta que si se seguía agregando piezas sin plan paisajístico, el parque nunca dejaría de ser una colección inconexa de momentos. Este grupo se puso la tarea de organizar tanto los recorridos como las áreas intermedias. Hizo un trabajo de infraestructura paisajística. Movió tierra para crear topografías y manejar el escurrimiento de aguas superficiales dentro del parque, creó zonas de vegetación controlada, humedales y pastizales, plantó árboles para crear el fondo que tapizará las instalaciones industriales que afean la vista hacia el campo de futbol, se contactó con Piet Oudolf para crear una serie de planteros naturales con hierbas altas autóctonas para organizar el espacio entre canchas de béisbol; en fin: este grupo eligió desaparecer para dar lugar al desarrollo de un parque en el tiempo. Un trabajo de una madurez profesional asombrosa. Asombra también el esfuerzo físico puesto en este trabajo que no deja marcas visibles: cuatro personas movieron grandes cantidades de suelo y plantaron grandes cantidades de árboles. Xavier me dice, Juan que no es nada, tenemos unas máquinas para mover tierra y plantar un árbol es hacer un agujero y nada más. No importa lo que diga Xavier, seguimos asombrados que cuatro personas hayan hecho todo esto que vemos y que esperamos visitar en unos años para ver su maduración en el tiempo.

Ya con el sol bajando, hacemos unas cuadras más y llegamos el proyecto más lindo que hemos visto hasta ahora: el Club de Chicos y Chicas de Greensboro (ese lugar de acogida a chicos de sectores carenciados que no tienen donde quedarse después de la escuela hasta que sus padres lleguen a casa de trabajar). Y nuevamente el asombro ante el tamaño del edificio, ante la ambición de proyecto de los alumnos. Lo que vemos es un muy buen edificio, de más de 70 metros de largo, de unos siete metros de alto, de estructura de madera, cubierto en chapa metálica azul en el exterior, con un interior generoso y precisamente detallado en fenólico de calidad, con grandes lucernarios, para dar un ambiente acogedor y al mismo tiempo generoso. El edificio tiene además un gran espacio exterior, cancha de básquet, galería y parrillero, que con una simple diagonal en uno de los lados se abre en deformación geométrica precisa al gran parque verde que se expande hasta el bosque cercano. El espacio exterior es más impresionante en escala que el edificio mismo. No puedo dejar de maravillarme por el hecho que cuatro personas hayan proyectado y construido todo esto, desde la primera reunión con el cliente hasta el último tornillo puesto en obra.

Antes de volver a casa a esperar la hora de la cena, pasamos por el patio del hospital, otro proyecto de paisaje de hace unos años. De a poco empiezo a entender la influencia de Xavier en el desarrollo de la maduración arquitectónica de los proyectos del Rural Studio. Veo su mano en cada decisión, intuyo la pasión y el esfuerzo puesto en estos años. Todos los que entran en el influjo del Rural Studio terminan dando todo por el proyecto. Porque es hermoso y porque hay que hacerlo.

(continúa)

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