Acerca de la belleza en tres movimientos
Atypica, Revista de Cultura, Diseño y Tendencias (18): 35, Rosario, 2006.

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Si perseguís la belleza, se te escapa. Hay arquitectos que se esfuerzan demasiado y se nota. Desesperadamente usan fragmentos de otras obras, de otros lugares, y se aferran a juegos geométricos; simetrías ligeramente asimétricas. Todo suena falso, forzado, endurecido. El ojo entiende todo, las máscaras falsas caen. Los vanos intentos del arquitecto por perseguir la belleza causarían gracia si los resultados no fueran tan patéticos, tan públicos. La concentración estética parece ocurrir en un solo lugar: la fachada. Esclavos del dibujo frontal miran su obra desde un punto de vista infinito, imaginando un control total sobre su obra. Pero… y la vida? La vida es escorzo, movimiento, variación, tiempo, imperfección.
La belleza es epifánica, ocurre. En los momentos de creación aparece ahí donde bajamos la guardia, donde no prestamos atención. Aparece cuando dejamos respirar a los proyectos, cuando damos el espacio necesario para que entre la vida por la ventana, como una brisa. Ahí empezás a imaginar lugares, historias, miradas. Es ahí cuando en el dibujo las líneas se cargan de un sentido más allá de lo geométrico, más cercano a lo cotidiano, al ligero desajuste de lo real.
2/
Dónde ocurre la belleza en nuestra arquitectura rosarina? Ahí donde el arquitecto no tuvo tanto poder, tanta ambición. Ahí donde Rosario impuso complicaciones más fuertes que todo su impulso de orden, en la atípica belleza de nuestros centros de manzana. A quién se le ocurrieron estas manzanas de 100x100? Sueños de razón y orden exterior que esconden un denso caos de articulación de muros, terrazas, patios, escaleras. Cuantas situaciones, cuantos lugares se esconden detrás de estos muros continuos que no nos dejan ver? Como se resuelven estos lotes imposibles? A pura vida.
(El centro de manzana rosarino es territorio perfecto para los gatos, que son los únicos que se apropian de las posibilidades de cruce por sobre muros. Los perros ladran desde sus patios prisión.)
Centro de manzana, desde arriba. La brutal belleza de lo real. Rosario en estado puro. Nadie mira las antenas de televisión oxidándose al sol. La belleza de contrafrentes que nadie diseñó. Los patios de casas pasillo de baldosa roja, toldo verde y sillas blancas. La humedad de las medianeras al sur, la manera en la que una grieta encuentra su camino hacia arriba del muro, o la constelación de formas creadas por revoques que siguen despegándose más y más. Reclamo mi pedazo de cielo rosarino, mi casa chorizo mirando al norte, la sombra de la parra del patio de mi abuelo, la baldosa torcida que rompía el dibujo y escondía el tesoro secreto.
3/
No jodamos. La belleza rosarina son las chicas.
Y si siguen mi tren de pensamiento, yo prefiero la belleza cercana, sin maquillaje, tomando mate un domingo a la tarde, con la guardia baja y la vulnerabilidad a flor de piel.